Villa Grimaldi, Parque de la Paz

Impresionante este espacio, simbología de lo que fué terror y muerte y la Vida que pregona ahora, la que impulsamos desde la MM.
Si la visita nos conmovió, el acto que se llevó a cabo posteriormente removió nuestras entrañas. No eran simples lágrimas, era un cúmulo de rábia y esperanza, pensar que lo que ocurrió allá dentro, entre muros, no quedaba en saco roto, no se desplomaba como suele acontecer en estos casos, al vacío. La participación de Gladis rememorando su estáncia en aquel lugar maldito, será para todos nosotros imborrable del disco duro de nuestro cerebro, su canto de amor al ser amado, su esperanza de encontrarle, de no creer que todo acababa en aquel agujero. La música -el silbido-, lo único que corroboraba su presencia, aquel «eres tu como el agua, mi fuego, el trigo de mi pan…» bellísimo. Me conmovió su optimsmo pasados 36 años de lucha, el poder constatar, hoy, que su labor no ha sido baldía. Que el espacio de terror y odio ha sido declarado Monumento Nacional, imprescindible, para que las generaciones venideras sepan lo que sucedió puertas adentro, en Villa Grimaldi, en un país que se decía libre.
Maravilloso también el recuerdo que sus compañeros hicieron de Laura Rodríguez, Diputada Humanista que tanto trabajó por su gente, su país, su barrio. Pero la muerte, esa gran envidiosa, se la llevó de forma prematura, cuando tenía mucho por hacer, mucho que cuidar, empezando por su família, su hija, que no entendía hoy lo que pasaba, cuando hablaban de su madre, a la que consideraba normal.
Pues si, somos la gente normal quienes tenemos mucho por hacer, mucho que decir, que protestar, si queremos que la Humanidad sea el centro del Universo.
Fue ella, Laura, quién, entre muchas otras actividades consiguió la compra de los terrenos el año 1991 donde hoy se ha recuperado-reconstruido tal cual era la Villa Grimaldi, destruida por quienes hicieron mal uso de ella, para que nada pudiese delatar la violencia que escondieron sus muros. Con gran acierto, se ha recuperado para que aquel lugar de sufrimiento se convierta en Parque de la Paz, símbolo de vida. Que si durante algunos años fué sede de los peores sentimientos que pueden albergar los seres humanos, capaces de torturar, matar, se convierta ahora en Centro de difusión de los DH., en un canto a la vida, a la dignidad, a la esperanza. Laura, aunque no te conocí, siento hacia ti una gran admiración, gracias por tu gran humanidad.

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