El 29 de agosto de 1947 moría «Manolete», torero español que protagoniza la fiesta durante el primer periodo de la posguerra española y que marca el toreo con algunos rasgos de su peculiar personalidad. Nació en Córdoba el 4 de julio de 1917 y tomó la alternativa el 2 de julio de 1939 —la Guerra Civil había terminado el primero de abril de ese mismo año—. Mucho se ha discutido del estilo y de la seguridad de Manolete aunque su personalidad seca y austera, rigurosa incluso con el éxito, dejó mella.
Fue un extraordinario matador, que el 28 de agosto de 1947, después de haber sido muy discutido la temporada anterior -se le acusaba de tomar ventajas con los toros que imponía, y de no haber toreado apenas ese año-, compartió cartel en la plaza de Linares con Luis Miguel Dominguín y Gitanillo de Triana. En el segundo toro de su lote, Islero, de la ganadería Miura, Manolete se entrega como siempre a su arte pero comete un error, ejecuta la estocada con demasiada lentitud y el toro hunde el pitón en su muslo derecho. Los destrozos causados en el triángulo de Scarpa atravesado por la vena femoral le produjo una gran hemorragia que terminó con su vida el 29 de agosto de 1947 a las cinco horas y siete minutos de la madrugada.
La causa final de la muerte ha permanecido oculta hasta 1997, cuando el hijo del médico de Linares que atendió al torero Fernando Garrido explica, que tras la cogida, que había sido grave pero no mortal, el torero había perdido mucha sangre y Fernando Garrido operó y dispuso que se le practicaran las transfusiones de sangre necesarias. A las pocas horas el torero se recuperó, habló, se fumó un cigarro y hasta preguntó cómo había ido la corrida, aunque seguía débil. Fue entonces cuando llegó el doctor Giménez Guinea, en quién Manolete tenía mucha confianza, y ordenó que se suspendieran las transfusiones y que se le aplicara un plasma noruego. A los pocos segundos de entrar el plasma en la sangre del torero, apareció la muerte.
Recuerdo perfectamente el shok que supuso aquel fatal desenlace. Todos éramos más sensibles, sentíamos como própia la vida de los demás. Imagino que hoy, en nuestro S XXI, Manolete se habría recuperado…
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