Hemos compartido la víspera de Navidad con parte de la familia en Barcelona. Cenamos pronto para que los niños pudieran hacer «cagar el tió», costumbre catalana de tener un tronco de leña habitual, el mismo todos los años, al que los niños alimentan la última semana. La noche de Navidad, previos cantos de villancicos, le dan con un palo suavemente pidiendo les regale golosinas. AH! es preciso cantarle y darle con un bastón, luego ir a otra parte de la vivienda para rezar o cantar en el Belen, para regresan de nuevo al tió, que de nuevo golpean y, oh milagro, el tió, protegido con una manta, ha dejado salir regalos de su interior: turron, chocoates, y otros objetos que tal vez aquellos niños necesitaban. Para mi dejó con mi nombre, un chandal para ioga. El espectáculo persiste hasta que el tió ha dado de sí todo lo que llevaba dentro, y saca unas monedas…. Supone que todo acabó por este año. Otra peculiariedad de hoy, hemos cenado dulce, cual hacíamos cuando mis hijos eran pequeños: chocolate a la taza, nata, ensaimadas, coca, brioches. También el clásico pan con tomate y jamón serrano. Como colofón, jugamos unas partiddas de Rumikub.
Debe estar conectado para enviar un comentario.