Cuando éramos niños, era fecha esperada en la vacaciones navideñas. Preparábamos con anhelo los enredos a llevar a cabo, que, en algunas ocasiones, motivaban el enojo de nuestros mayores. No teníamos tantas maquinitas como ahora, ni juguetes sofisticados. Pero no me cabe la menor duda de que, sabíamos divertirnos y nunca estábamos aburridos, como lis niños del S XXI
La más vulgar de las acciones era:
Recortar monigotes, pintarlos, proveerlos de un alfiler, y colgarlos en la espalda de los transeúntes de calles y plazas. Nadie se libraba, ni nosotros mismos. A veces dos colgantes, a veces tres o más según la espalda.
Nos gustaba Citar a alguien para una reunión muy especial en nombre del Ayuntamiento , o del cura del pueblo, o, de la Guardia Civil. Quizá en casa del dueño de su domicilio, al que le pagaba alquiler…
Hacer correr la voz de que determinado almacén cerraba puertas y vendía casi regalados sus productos.
Propiciar Citas amorosas con quienes se buscaban y, uno de los dos no cedía, con propuestas tan sabrosas, que finalmente aceptaba.
Recuerdo un año, ya en Democracia, que en un periódico catalán salió la noticia de que las viviendas en primera línea de mar, serían derrumbadas para construir…. La alarma fue general. Tengo unos amigos que nos llamaron pidiendo que haríamos, caso de estar en su pellejo…
Bienvenidos santos inocentes, aunque en el mundo actual en el que nos movémos , parece que los santos inocentes se han rebelado-escapado de allá donde se encuentran, y se han instalado en nuestra vulnerable sociedad capitalista donde, todo «vale», todo se banaliza.
NO da risa, más bien, tristeza. Rebasa lo creíble.
Debe estar conectado para enviar un comentario.