Juguetes rotos. Alfons Duran

 

“Ciudadanos”, un partido político que de la noche a la mañana alcanzó gran notoriedad mediática sin haber asumido responsabilidades de gobierno (en ninguna de las administraciones públicas), ha entrado en barrena. Todavía no lo saben, pero las señales de alerta se han disparado.

“Ciudadanos” es un invento, un artilugio, un tigre de papel. Era de esperar que su vida fuera corta, ya que su fundación, promoción y desarrollo carecían de las mínimas bases políticas e ideológicas para constituir un proyecto consistente. El éxito de “Ciudadanos” sólo es posible en un Estado de analfabetos funcionales, como es el caso del Estado español.

El partido nació casi por azar, aglutinando a un conjunto de ciudadanos españoles residentes en Catalunya, que se sentían apartados de posiciones de poder en los gobiernos autonómicos y municipales. Interpretaban que ese alejamiento no era justo, teniendo en cuenta que a su juicio tenían sobradas capacidades para ocupar mejores puestos. Los sucesivos gobiernos del president Pujol no los habían tenido en cuenta y sus esperanzas puestas en el gobierno tripartito (PSC, Esquerra Republicana e Iniciativa) quedaron defraudadas. Era el grupo de “los resentidos”, que encontraron en la “inmersión lingüística” un terreno abonado para expresar su agresividad frente a la lengua y la cultura catalanas.

Pasaron de las tertulias en bares y restaurantes, en las que propiciaron conspiraciones de mesa de camilla, a manifiestos copiados de manuales usados. Todo ello muy visto.

Ese grupo, que se autodefinició como “los intelectuales”, hizo una especie de concurso para elegir una estructura organizativa y un equipo directivo, mientras ellos tutelaban la movida y se mantenían a distancia. El equipo directivo contó desde el principio con el soporte mediático españolista (televisión, radio, prensa, etc.), que se apuntó rápidamente a la fiesta por una coincidencia de principios laxos (si no le gustan, los cambio) y porque así creían poder atacar mejor el crecimiento del sentimiento independentista en Catalunya. Los partidos dinásticos (PP y PSOE) los vieron también al principio con buenos ojos, al valorar su aportación al mantra dominante: “una España única e indisoluble” (a modo de comprimido del Big Farma).

Y pasaron los años y a golpe de corneta del Estado profundo contaron con la financiación necesaria para distribuir el producto en todo el territorio nacional, pactando con tirios y troyanos para teóricamente “facilitar la gobernabilidad”, sin importarles lo más mínimo el programa político, lo cual no es criticable porque ellos  –cuatro pinceladas aparte calcadas de FEDEA–  tampoco lo tenían.

Como ya describimos con detalle su trayectoria (ver “Enredar la madeja” (http://www.alfdurancorner.com/articulos/enredar-la-madeja.html  17/05/2018)  no vamos a insistir en ello.

¿Y qué ocurre ahora con estos chicos y chicas tan monos, con algunas excepciones que no es preciso citar? Pues que han dejado de interesar a la oligarquía española, que es la que hasta ahora ha pagado los gastos, siempre con el dinero de los contribuyentes.

Y es que el entorno ha cambiado, el nacional y el internacional más próximo. A nivel nacional, los partidos dinásticos se han consolidado (modelo Cánovas-Sagasta), y en este caso el PSOE se ha recuperado de sus horas bajas y ahora cree que puede gobernar, y el PP, si se confirma esa hipótesis, asume su papel como la oposición oficial. Sus marcas blancas (Unidas Podemos y Ciudadanos) acabarán en “hard-discount”. Y a nivel internacional la Unión Europea ha renovado la flota, sustituyendo algunos vehículos muy obsoletos (Juncker, Trajani, etc.) por otros ligeramente renovados (Von der Leyen, Sassoli, etc.). Es un cambio lampedusiano, en el que cambian las formas sin cambiar los contenidos. Populares y socialistas controlan el terreno.

Es la lógica del portafolio, que explicaban en los ochenta del siglo pasado los ejecutivos del Boston Consulting Group y que algunos de nosotros defendíamos en las aulas. Los “interrogantes” de la matriz no han conseguido convertirse en “estrellas” y hay que deshacerse de ellos.

Es por esto que ha empezado el desguace. Decía Plinio el Viejo, en su enciclopédica “Naturalis Historia”, que “Cuando un edificio está a punto de caer, todas las ratas desiertan”. El discurso estridente de los Rivera, Arrimadas y compañía ya no interesa a nadie. Son simples juguetes rotos.

 

 

Nota personal

Desde que nació esta web en enero del 2000 (sin más pretensiones que conectar con una red próxima de amigos) he mantenido una planificada regularidad en la publicación de estas columnas, con algún descanso en el período veraniego. Pronto cumpliremos veinte años y hasta hoy hemos tenido 4.419.759 visitas. Contamos con lectores en unos treinta países, que la incorporación del traductor Google (ahora muy perfeccionado) ha ayudado a promover. El número de visitas se ha ido ampliando, hasta alcanzar una media sostenida de 30.000 al mes. Pero la acogida al último artículo (“Políticamente incorrecto”) me ha desbordado y me ha llevado a reflexionar, ya que expresa a mi juicio una respuesta social inusitada de una polis muy consciente del momento histórico que estamos viviendo. No queremos ser virales, y menos “influencers”, atributos muy alejados de mi forma de pensar y sentir. Lo tomaré con más calma, sin dejar de comprometerme. A partir de ahora publicaremos una columna cada quince días, tratando de ahondar críticamente  –como he hecho siempre–  en la realidad económica, política y social que nos afecta.

Gracias a todos.

 

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