
Dicen que de los dioses, eras el más humano y de los humanos, el más cercano a los dioses, eso dicen en una iglesia que se fundó en tu nombre, mucho antes de tu muerte. En el barrio eras el más común de nosotros y afuera eras el más famoso del barrio, pero nunca dejaste de ser de los nuestros, por cómo pensabas, lo que decías, cómo sentías, lo que morfabas y cómo vestías, pero donde más fuiste de los nuestros, es cuando bailabas la cumbia villera, eso sí que nunca pudiste cantar como Gardel.
Eras de zurda conducta en la vida, y en la cancha, -siempre con los descamisados siempre-, caminando, inventando y jugando al margen, como todos los pobres del mundo y soñando que sería posible ganarle al poder y a la vida con tus jugadas y goles.
Eras el peor alumno en la escuela y el mejor en aprender de la vida. Eras idéntico a tu mamá, igualito a tu papá. Todos nosotros queríamos ser como tú. Lograste con dos goles derrotar a un imperio, que muerto de vergüenza y pena, no volvió hacernos la guerra.
Fuiste también campeón mundial de los de los afectos, en la cancha, nunca se te vio triste, pues cada pase, jugada o gol, fueron la más pícara alegría del pueblo. Tú juego fue festejado por todos los pueblos del mundo, en tus piques y malabares aprendimos la forma de ganar a los más grandes y fuertes. Siempre hablaste con la verdad en la cancha, solo que al terminar el partido, la realidad se te volvía ajena, extraña. Nosotros alucinamos con tú fútbol, tú necesitaste alucinar para jugar.En la cancha nunca evadiste nada, más en la vida lo hiciste, pues tú forma de vivir fue jugando. Tu forma de amar fueron tus goles.
Nosotros estamos más tristes, por qué no volverás al partido, hoy para celebrar la vida, tenemos que recordar tus goles.
Ramón Torres Galarza / Poeta y exembajador de Ecuador en Venezuela