Angustia. María Guerra

marzo 5, 2020

No la dejes pasar

atrápala.

Hay que devorarla

asimilarla

sufrirla.

 

Al otro dia

nadie la notará

tal vez

al otro día

nos habremos ido.


La lógica de la locura de Bolsonaro. Emir Sader

marzo 4, 2020
Los editoriales y articulistas de la gran prensa no podían ser más críticos de las posturas del presidente Jair Bolsonaro.
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Más allá de que han sido responsables fundamentales de que un político sin ninguna trayectoria respetable en décadas en el Parlamento, con declaraciones abiertamente favorables a la dictadura y a la tortura, en contra de los derechos elementales de las mujeres, de los negros, de los pueblos indígenas, entre otras posiciones trastocadas, los medios de comunicación plantean abiertamente la necesidad de tumbar a Bolsonaro como presidente de Brasil.

En varias circunstancias en la historia anterior de Brasil, esto había sido la señal determinante para la caída de un gobierno. Para el suicidio de Getulio Vargas en 1954, antes que fuera depuesto, acusado por los medios; para la renuncia de Janio Quadros, en 1961, cuando intentó un golpe blanco y fue rechazado por los medios; para el impeachent de Fernando Collor de Mello, en 1992, cuando los medios revelaron procesos claros de corrupción del entonces presidente; para el impeachment de Dilma Rousseff que, aun sin razones constitucionales, fue cercada por los medios, para ser derribada de la presidencia por un golpe mediático-jurídico.

Lo inédito de la situación que vive Brasil ahora es que, por primera vez, los medios se oponen frontalmente a un gobierno – que, por lo demás, defienden su programa económico neoliberal -, pero no encuentran la fuerza para tumbarlo, por lo menos hasta ahora. ¿Con qué fuerza cuenta ese gobierno para resistir a una ofensiva tan fuerte de los medios?

Cuenta con el apoyo de los militares y del gran empresariado. Pero, sobretodo, cuenta con la falencia de los partidos tradicionales de la derecha. Bolsonaro sabe que la derecha no tiene otro liderazgo para defenderse del retorno del PT al gobierno – fantasma que siempre quita el sueño de la derecha brasileña.

Esa es la razón de fondo por la cual Bolsonaro se transformó en el candidato de la derecha y fue elegido presidente de Brasil. Esta es la lógica de esa locura. O la locura de esa lógica.

Es una lógica predatoria, que destruye la capacidad productiva que Brasil había acumulado, favorece la especulación financiera, vuelve a concentrar la renta y a excluir de derechos a la gran mayoría de la población. Para que ese tipo de política sea posible, con todos los retrocesos, es necesaria una forma específica de gobernar. Para gobernar pasa a apoyarse en dos fundamentos: mentir y buscar chivos expiatorios. El discurso de Bolsonaro – una parodia del discurso de Trump – se fundamenta en un diagnostico al revés de lo que es la realidad, buscando justificaciones para sus políticas suicidas en supuestos errores del pasado, para poder presentarse como el salvador del país de una ruina de la cual no sería responsable.

Un gobierno que tiene el apoyo del conjunto de la derecha – gran empresariado, medios, partidos tradicionales – en su política económica. Las críticas que recibe son las de la lentitud de los proyectos neoliberales y de las privatizaciones, de la incapacidad de articulación política para consolidar y perpetuar la mayoría de derecha en el Congreso. Las críticas vienen de su comportamiento absolutamente arbitrario, autoritario, sin ningún decoro, el debilitamiento de la imagen de Brasil en el mundo, las posiciones absurdas en términos de derechos humanos.

Esa es la contradicción de fondo de ese tipo de gobierno. Solo logra tener un líder con cierto grado de apoyo popular, con alguien que apela constantemente a sus bases extremistas, fundamentalistas. Pero que, con ello, desvía o debilita su capacidad de congregar a todas las fuerzas de derecha y avanzar más celeremente en las directrices neoliberales.

La lógica de la locura de Bolsonaro es la fuerza del PT, de Lula y de la izquierda, que acechan todo el tiempo a la derecha, con sus fantasmas del retorno de un gobierno popular, antineoliberal, como el que ha existido entre 2003 y 2014 en Brasil. Solo el éxito de los gobiernos del PT y la persistencia del apoyo popular de Lula, explican que la derecha brasilera se rinda frente a un gobierno como el de Bolsonaro.

La derecha tradicional y el centro político han sido destruidos, en función de retomar el modelo neoliberal, las elites brasileñas están condenadas a un liderazgo como el de Bolsonaro, como forma de blindarse contra el retorno de la izquierda al gobierno. A ver hasta cuando lo logran.


Pensamientos  que ayudan a reflexionar. Mahatma Gandhi

enero 1, 2020

Respasando cuadernos para guardar o, prescindir de ellos, encontré hermosos pensamientos, frases que ayudan a sobrevivir en momentos turbios como los actuales.

 

No hay camino para la Paz la Paz es el camino.

El hombre es producto de sus pensamientos.

El débil nunca puede perdonar.

La violencia es el miedo a los ideales del otro.

La no violencia y verdad son inseparables.

Mi vida es el mensaje.

Se el cambio que quieres ver en el mundo y otras falsedades.


2020. Nos esperan muchas sorpresas…

enero 1, 2020

Damos la bienvenida a un año que será sorpresivo. Esperamos-confiamos sea mejor que el que dejamos atrás.

Cena tertulia con amigos.

Campanadas.

Brindis.

Esperanzas

Ilusiones.

Familia.

Salud.

Que las sorpresas sean para conseguir lo que ansiamos.


Es hora de Izar el Petro como bandera. Iván Padilla Bravo

diciembre 30, 2019
«Estamos en nuestra
exacta perspectiva histórica, nuestro norte es el sur, estamos dónde debimos
estar siempre, estamos donde Bolívar nos dejó pendiente para estar y ser»
Hugo Chávez
Petroizar, se debe decir, como manera de contrarrestar todos los efectos perversos de la dolarización, hasta del pensamiento.
Asumir nuestra criptomoneda Petro como un emblema de lucha revolucionaria, al comienzo de esta nueva década del siglo XXI, es el desafío complementario y necesario para el despliegue de la estrategia que lanzara el Comandante Hugo Chávez cuando manejó, de manera simultánea la idea de una moneda (el Sucre) de integración en los intercambios comerciales de Nuestramérica.
Es la idea Bolivariana de la Unidad y de la integración de la Patria Grande la que reivindica Chávez en su lectura de la «economía venezolana», Nuestroamericana y también mundial. Es esa idea la que le lleva a definir las estrategias de la Revolución Bolivariana, como antiimperialistas y socialistas.
En esa dirección -soy capaz de asegurarlo- se mueven las políticas económicas trazadas por el Presidente Nicolás Maduro en medio del fragor de una guerra económica imperial, llena de expresiones múltiples e incluso de «sanciones» pretendidamente asfixiantes contra nuestro pueblo.
Es allí donde yo hablo y defiendo este presente de luchas en el que la estrategia debe ser Petroizar, en el mismo contexto en el que he escrito mis reflexiones críticas contra la dolarización de la economía venezolana y,  lo que es peor, contra la dolarización del pensamiento de mis compatriotas.
No tengo interés por discusiones económicas ni mucho menos economisistas. Me interesa la economía no como «ciencia», tampoco como «matemática», que son las trampas de los dominadores para convencernos de su razón ideológica para mantenernos sometidos «más por la ignorancia que por las armas» (que es lo hubiese dicho Bolívar, de encontrarse hoy en el centro de esta discusión). Me interesa la economía como le interesó a Marx, es decir, como economía política, como espacio del poder y su ejercicio al entender y enfrentar las relaciones de clases que medían en cualesquiera relaciones sociales de producción y, particularmente, en las capitalistas, que son las que padecemos hasta el presente.
Tampoco me parece acertado caer en el simplismo de considerar la acción e idea de Petroizar, como un paño tibio más que contenga o disimule los efectos asfixiantes y demoledores de una dolarización que ha llevado, hasta a ciertos «radicales de izquierda» a tirar la toalla en pleno cuadrilátero y esgrimir un par de dólares en sus manos a la hora de pagar el cafecito que se tomaron en la panadería o en el quiosquito de la esquina.
Más allá de la alegría (que puede ser muy efímera si solamente te quedas en el efecto superficial de «tengo unos realitos más», que no me los gané trabajando, para pasar el año nuevo) de que un sector (pensionados, jubilados y empleados públicos) socioeconómico ha recibido  Medio Petro para que lo utilice como criptomoneda en transacciones comerciales, en la esfera de la circulación, cotidiana, comprando o vendiendo a un valor referencial fijo de 60 dólares por cada Petro.
El Petro no es para que lo cambies en Bolívares soberanos o en cualquier divisa de permitida circulación legal en nuestro país. Es para que lo utilices como lo que es: una criptomoneda que, por primera vez en el mundo, se utiliza para el intercambio directo de mercancías.
En este último sentido, la creación, puesta en vigencia y uso del Petro, no es un camino expedito para alcanzar el socialismo. En el mismo terreno del capitalismo antihumano y explotador, el Petro pudiese terminar «revolucionando» al capital financiero y no a la sociedad dividida en clases  que, en sus luchas, aspiramos victoriosa y libre desde la perspectiva del proletariado.
Pero, no te asustes. La propuesta Revolucionaria venezolana, inspirada en Bolívar, en el Árbol de las Tres

Revolución cubana faro de dignidad. Waldo Mendiluza Prensa Latina

diciembre 28, 2019

París, 24 dic (Prensa Latina) La revolución cubana cumple el 1 de enero 61 años con su carácter de faro de dignidad intacto y más necesario que nunca, afirmó hoy el académico y ensayista francés Salim Lamrani.


Soñar hacia atrás. Gustavo Duch

diciembre 27, 2019
No sé si aquel libro era de mi padre o de mi madre pero lo recuerdo muy bien. Con colores muy vivos, viñeta tras viñeta, aquellas páginas gastadas enseñaban el comportamiento correcto frente a muchas situaciones. Dejar sentar una persona mayor en el transporte público, comer con la boca cerrada, no pronunciar “palabras soeces”, guardar puntualidad, etc. En mi recién estrenado cerebro cada una de estas normas de buena conducta encontraron un lugar donde anidar. Y no protesto por ello, protesto porque introdujeron en mí, muy sutilmente, otra idea que bastante me ha costado des-aprender. El libro se llamaba Las normas de la buena urbanidad. Y me consta que eso ocurría en el resto de hogares de mi generación mientras un deseo se propagaba por toda nuestra clase trabajadora: que el progreso (y las hipotecas) llevaran a nuestros padres a poder comprar una segunda vivienda en una urbanización de las muchas que surgían por todo el territorio. Es decir, ser “ciudadanos” de provecho con maravillosos fines de semana pasaba precisamente por eso, por la idealización de la urbanidad y la urbanización, todo lo demás era atrasado y “pueblerino”.
En este mismo medio, con los artículos Los Comunales, una piedra y un pescado y Ruralismo o Barbarie expliqué, en el primero, la necesidad de recuperar manejos colectivos de bienes comunes; y en el segundo, cómo la distancia (física y mental) de la población urbana con la producción de alimentos nos hace más frágiles ante los tejemanejes de las grandes corporaciones y más torpes frente a los desafíos de emergencia climática actuales. Con esta tercera pieza quiero abrir nuevos elementos en favor de la cultura rural o el ruralismo. ¿Y no será –podéis pensar muchas de vosotras– que estás exagerando en esta idealización rural? Cierto, es una mirada atávica en favor de comportamientos revolucionarios hoy, sin olvidar muchos otros nada admirables como el machismo o el caciquismo.
Normalmente, cuando se habla bien de la ruralidad es para poner en valor la libertad alcanzada viviendo cerca de lo natural, del aire limpio, lejos de los ruidos o la libertad conseguida gracias al alejamiento de los mecanismos de la esclavitud laboral; la práctica campesina, frente a las rutinas de las fábricas o las rápidas respuestas de Google, se reivindica también como un ejercicio de creatividad; igual que el trabajo artesano se enaltece en contraposición con el sedentarismo de la ciudad y sus trabajos mecánicos o mentales… Pero el acercamiento al ruralismo que defiendo es aquel que, sobre todo, puede funcionar como un puente para llevar al ser humano a recuperar sus vínculos sagrados con la tierra y evitar la inminente barbarie.
Exactamente como en el libro El Mapa Secreto del Bosque, donde Jordi Soler recoge algunas ideas del pensamiento de su compatriota mexicano Octavio Paz, crítico con el progreso basado en los avances de la ciencia y la tecnología, es decir con la modernidad. Para el poeta, este progreso debe ser combatido con un regreso: “Hay que soñar hacia atrás, hacia la fuente, hay que remar siglos arriba”. Ninguno de los dos escritores habla de volver a las cavernas, sino que nos invitan a conectar con el ser vivo que somos, una pieza más de un entramado complejo llamado Naturaleza, Planeta, PachaMama o Vida… Jordi Soler, muy inspirador, presenta en el libro fórmulas para esa reconexión, como los pensamientos caminados, el erotismo o la propia poesía. Añadamos la ruralidad.
Los análisis ecofeministas explican muy bien cómo nuestra sociedad ha olvidado los límites físicos de nuestra casa común y cómo ignoramos o ridiculizamos las relaciones de ecodependencia e interdependencia. En este mismo sentido, podemos decir que nuestra modernidad actual ha roto con lo ritmos de la tierra. Aupadas en una superioridad de la razón, las sociedades modernas occidentales han sustituido el sentimiento de pertenencia por el sentimiento de propiedad. Con las gafas de la ruralidad, siguiendo el símil feminista, se observa rápidamente que esta posición de dominio nos lleva al suicidio, pues nos hemos saltado las sencillas y claras normas de la vida en la Tierra. Ha sido suficiente con pocos años de industrialización para dejar de tratar a la tierra como madre nutricia, con infinita capacidad reproductiva, para pasar a tratarla como un sustrato inerte donde producir dividendos (en castellano, la diferencia entre las palabras tierra y suelo es muy clara). Qué gran idiotez el derribo de masías o alquerías para dejar paso a polígonos o autopistas, qué harakiri envenenar la tierra con pesticidas, qué locura modificar semillas genéticamente y hacerles perder su capacidad reproductiva. El falso mito de la producción desplazando al milagro de la reproducción. Nadie en su sana ruralidad, habiendo heredado miles de semillas cuidadas, cultivadas, cosechadas y de nuevo sembradas, aceptaría tal sacrilegio. Nadie, en su sana ruralidad, deja que algo tan complejo como la reproducción de la vida se pretenda resolver en manos del capital.
La violación continuada de la tierra tiene muchas justificaciones, entre ellas, la satisfacción de los deseos. Muchos ensayos han descrito cómo buena parte de estas nuevas ‘necesidades’ han sido creadas, no son reales. En cualquier caso, el ejercicio de depredación consumidora que la publicidad provoca en nosotras, en nuestros tiempos, se acompaña de la inmediatez. Con un movimiento de dedo, un clic, el producto deseado ya está saliendo de China y, montado en primera clase contaminante, llegará a nuestro poder en menos que canta un gallo. Como aprendiz de hortelano, no juzgo el derecho a satisfacer un deseo, juzgo el derecho a lo inmediato. Recoger una semilla, dedicarle mil cuidados para convertirla en los frutos que llevarse a la boca varios meses después, es un ejercicio que bebe continuamente del deseo. La vida transcurre en los placenteros momentos de un interminable prolegómeno.
Dice Pierre Rabhi, campesino argelino, que la verdadera educación debería ante todo hacer conscientes a las personas jóvenes de la necesidad de volver a lo sagrado de la naturaleza. Si un libro de ‘instrucciones’ pudiera contribuir propongo que se llamara ‘La Buena Ruralidad’.

Una sola lucha. Por la vida misma

diciembre 24, 2019

11 mil científicos acaban de anunciar que el cambio climático va camino de causarnos un “sufrimiento incalculable”, mientras que la ONU dice que el colapso de nuestros ecosistemas podría exterminar a un **MILLÓN** de especies.

Y nosotros podríamos ser una de ellas.

Solía haber muchos “problemas ambientales”. Pero ahora, la lucha es una sola. Por la vida misma. No estamos separados de la naturaleza — SOMOS naturaleza, y en esta lucha podemos encontrar nuestro verdadero papel: no somos un virus que plaga el planeta, sino una especie que protege todas las formas de vida.

Ya somos millones los que hemos apoyado campañas de Avaaz por las energías 100% limpias, así como por “50/50” — un innovador plan para proteger la mitad de nuestro planeta y salvar la naturaleza. Pero, para ganar, debemos unir estas dos campañas gigantes para formar un movimiento masivo global por toda la vida en la Tierra — y debemos hacerlo rápido.

2020 es EL año para hacerlo, con dos cumbres mundiales clave en China y el Reino Unido que abordarán la urgente necesidad de incrementar la protección a la naturaleza y reducir la contaminación por carbono.

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Bon Nadal. Feliz Navidad. ?????

diciembre 24, 2019

Palabras vacias que recitamos a destajo. Bon Nadal. Feliz Navidad pero, ¿actuamos cual debemos?

Cuando te mueves por un Hospital y ves abandonados a su suerte, personas a las que NADIE acompaña -hoy estuve en Voluntariado como todos los martes en Paliativos-. O paseas por calles y plazas viendo a los transeuntes cargados con bolsas de regalos, mientras algún niño o, no tan niño, les contempla con ojos tristes me pregunto: ¿Cómo osamos hablar de felicidad si no es compartida? Demasiados Sin trabajo, sin techo, sin lo imprescindible, cual corresponde a todos los seres humanos.

Suenan voces externas, tienen lo que se han buscado no trabajan, no….. Todos queremos pero, muchos no encuentran donde…

Crisis para los pobres, no para políticos y los muchos parásitos que se mueven a su alrededor vanagloriando sus gestas. O quienes tienen más de lo imprescindible para vivir pero, no miran a su alrededor. NO quieren ver

Feliz Navidad Sí, a los Hombres de buena voluntad que sienten suyo el dolor de los demás, que son muchos. ¡No les olvidemos!


El mayor mito de la historia. Jorge Majfud

diciembre 22, 2019
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De cómo el “mundo rico” duerme sobre los despojos del pasado

Comencemos por un lugar común que todavía no pudimos refutar: el dinero no lo puede comprar todo. Es, por este axioma, por lo cual quienes tienen mucho de eso detestan tanto todo aquello que no se puede comprar. Como la dignidad, por poner sólo un ejemplo.

Ahora dejemos de lado a los dueños del mundo y veamos qué ocurre con el resto. Quienes ven más gente por debajo que por encima y que, por alguna razón profunda, sienten una comezón en la conciencia, necesitan comprar también confort moral y se compran cien paquetes de “todo lo que tengo lo tengo gracias al esfuerzo propio”, “si no soy más exitoso es porque los holgazanes me roban a través del Estado”, “si no fuera por nosotros el país se hundiría en la miseria”. Etcétera.

Es verdad que hay gente sacrificada y hay holgazanes de primera, pero esos son factores de la ecuación, no la ecuación completa. Pongamos un ejemplo obvio que es invisible o inexistente en los grandes debates mundiales. Mientras uno duerme en un país paradójicamente llamado desarrollado (como si el desarrollo fuese un estado terminal descrito por un pasado participio) el oro que se apila por toneladas en los grandes bancos no duerme. Trabaja, nunca para, y trabaja billones de veces más que cualquier orgulloso empresario desclasado, de esos que hasta en Cochabamba ahora se llaman entrepreneurs. Una buena parte de ese oro fue literalmente robado de varios países latinoamericanos y africanos, por varios siglos. Sólo en las primeras décadas de la Conquista americana, más de 180 toneladas de oro y 16.000 toneladas de plata se embarcaron de México, Perú y Bolivia hacia Europa. Los registros de impuestos de Sevilla no dejan lugar a muchas discusiones. Para no seguir con el guano, el cobre, el café, las bananas del resto del continente; los diamantes, el oro y lo más valioso de las entrañas de África. Para no seguir con las riquezas que siglos de colonialismo nórdico arrebató de diferentes continentes del sur con sangre de millones que quedaron en el camino de este negocio ultra lucrativo que definió la jerarquía del mundo. Lo único que los imperios dejaron en esos continentes fue miseria y una profunda cultura de la corrupción, asentada en el despojo legitimado y en la ausencia de justicia ante el racismo y la brutalidad, física y moral, de los poderes locales contra los de abajo, de los mestizos que, al golpear a un indio en Bolivia, en Guatemala, o a un negro en Brasil, en el Congo, se sentían (y se sienten) blancos arios.

Más allá de sus méritos propios en otras áreas, Europa y Estados Unidos no se hicieron solos. Se hicieron gracias al trillonario despojo del resto del mundo. Nada de ese “desarrollo” logrado en los siglos previos se evaporó. Ni un gramo de esas toneladas de oro y plata se evaporó. Ni la vergüenza se evaporó, porque nunca existió o sólo castigó a los mejores europeos, a los estadounidenses más valientes, que terminaron demonizados por las serviles narrativas sociales.

Cada tanto aparece alguna queja displicente de los desarrollados del mundo o de sus orgullosos bufones sobre las quejas de los pobres acerca del pasado y del presente. “Los pobres no salen de su pobreza porque no se hacen responsables de su presente”. Hasta dos generaciones atrás se explicaba todo por la “inferioridad de las razas” (Theodore Roosevelt, Howard Taft, Adolf Hitler y millones de otros) y ahora se prefiere arrojar, como una bomba de racimo, bellezas como “la enfermedad de sus culturas” y “la corrupción de sus gobiernos”.

Es una verdad existencial que uno debe hacerse cargo de su propia vida sin descargar en otros los fracasos propios. Uno debe jugar con las cartas que le tocaron. Pero también es una simplificación criminal cuando aplicamos esta misma lógica del individuo a los pueblos y a la historia, como si cada país se hiciera de cero cada vez que nacemos. Los individuos no heredan los pecados de sus padres, pero heredan sus ideas y todos sus bienes, aún cuando fueron logrados de forma inmoral o ilegítima.

Gracias a ese orden, el mundo tuvo como monedas globales el peso español, la libra inglesa y el dólar estadounidense. Gracias a tener una divisa global y dominante, no sólo fue posible instalar cientos de bases militares alrededor del mundo para hacer buenos negocios, sino que desde hace décadas basta con imprimir dólares sin aumentar el depósito de oro de las reservas nacionales. Si cualquier país menor imprime papel moneda, automáticamente destruye su economía con hiperinflación. Si Estados Unidos, Europa y ahora también China hacen lo mismo, simplemente crearán valor como quien recoge agua un día de lluvia, succionando ese valor de los millones de depósitos de millones de ahorros de millones de trabajadores alrededor del mundo. (Hace un tiempo, en un debate de una universidad, un economista me dijo que esta idea no tiene sentido, pero no fue capaz de articular una explicación).

Creer que sólo existe el pecado, la responsabilidad y los méritos individuales es el mayor mito (producto de la ideología protestante) de los últimos siglos que mantiene un sistema de explotación global. Cuando un pobre diablo (me incluyo) trabaja siete días a la semana, tiende a creer (quiere creer) que todo lo que ha logrado es sólo por mérito propio. De igual forma, cuando un pobre diablo trabaja siete días a la semana en un país pobre de América Latina o de África, lo vemos con condescendencia por no ser tan inteligentes y meritorios como los otros (nos-otros). Pero el oro acumulado en los bancos por siglos, las riquezas robadas con las mismas manos de sus víctimas, los privilegios arbitrarios debido a un orden que hace las cosas posibles para unos e imposibles para otros, continúa trabajando para los inocentes herederos de siglos pasados.

Como esta es una verdad enterrada, no sólo por la propaganda del poder sino por la mala conciencia de los de abajo, unos deciden perpetuar este orden de cosas comprando confort moral, justificándose con cien unidades de “yo lo merezco; quienes lo cuestionan son inadaptados, demonios que merecen la cárcel o la muerte”. Entonces, se transforman en soldados dialécticos disparando argumentos llenos de bilis a quienes incomodan ese confort moral. Las municiones más baratas son: “si no estás de acuerdo con el sistema, no votes”, “si no estás de acuerdo con este país, vete a otro”, “si no estás de acuerdo con que existan pobres, dona tu casa a los pobres”, “si no estás de acuerdo con nosotros, arruínate y vete a vivir debajo de un puente”, “si crees que los inmigrantes pobres merecen ser tratados como seres humanos, lleva a dos o tres a dormir en el cuarto de tu hija” y toda esa batería mediocre pero efectiva. Efectiva, precisamente porque es mediocre; no por su calidad McDonalds es el restaurante más popular del mundo.

Otros prefieren decir lo que piensan, aunque lo que piensan no convenga a sus intereses ni a su confort moral. Por el contrario, sólo les trae más problemas.

Pero de ellos es eso que no se puede comprar con dinero.


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