Las Patronales. Afons Duran

junio 27, 2019

Siempre me ha llamado la atención que los empresarios (la propiedad) y sus representantes (los directivos) se asocien para defender sus intereses corporativos. Comprendo que para temas concretos que afectan al conjunto de las empresas (cualquiera que sea su dimensión) se organicen puntualmente y hagan oír sus argumentos a quien corresponda. Por ejemplo, me gustaría que las patronales vinculadas al territorio catalán defendieran frente a la Administración central del Estado los sucesivos recortes en infraestructuras, déficits fiscales históricos, incumplimiento en la realización de inversiones presupuestadas, etc. No hacen nada. Apenas levantan la voz o incluso coquetean con un Estado que va en su contra.

Y todo esto llama la atención, porque esas carencias de naturaleza estructural afectan de verdad a la tan manoseada competitividad de sus empresas, lo que me lleva a pensar que no dominan su oficio.

Lo que sí parece que les preocupa es figurar en fiestas y festejos, donde expresan sus quejas frente a cualquiera que cuestione su papel. Ahora han salido en tromba al verse desplazados de sus poltronas en la Cámara de Comercio de Barcelona. Y lo harán sucesivamente si ven indicios de cambio en cualquiera de las instituciones que controlan.

Lo cierto es que un empresario y/o un alto ejecutivo de verdad se dedica a su propio proyecto, a no ser que lo haya arruinado por mala gestión y se busque un espacio para seguir ejerciendo de rentista. Cuando en alguna de esas instituciones (por ejemplo la CEOE) se hacen públicos oficiosamente los emolumentos de algunos de los miembros de sus juntas y/o las indemnizaciones cuando son apartados del cargo, uno se pregunta cuál es el fin último que persiguen.

Las patronales son organizaciones caducas que pertenecen al pasado. Si damos un vistazo a sus presidentes en los últimos cuarenta años, veremos que hay mucho boato y poco management. El señor Sánchez Llibre, por ejemplo, presidente del Foment del Treball, es hijo y hermano de empresario, pero éste no es su oficio pues ha ejercido siempre de político profesional, lo que significa que una parte de sus ingresos siempre han procedido de los Presupuestos Generales del Estado. Seguro que como buen relaciones públicas ha encontrado sus compensaciones (no olvidemos su constante presencia en el lobby Puente Aéreo), pero lo que se dice “crear, dirigir y desarrollar un proyecto empresarial privado”, es algo que se le escapa.

Claro que los directivos de las patronales cuentan con el apoyo, a veces voluntario y a veces ingenuo, de los medios de comunicación y en particular de las líneas editoriales que marcan férreamente sus propietarios, en el caso de medios privados. Sobre los medios públicos catalanes, mejor aparcar el tema: son incapaces de comprender la diferencia entre patronales, sus juntas de gobierno, las empresas locales, las multinacionales, los autónomos, etc. Dicen que cuando no se sabe suficiente, mejor es callarse. No lo hacen.

Ahora por ejemplo ha surgido el tema, que no es nuevo, del consumo y su implicación política. El concepto es muy claro: consumir productos y servicios que estén próximos a tu ideario. Ideas como el comercio justo, las frutas y verduras de proximidad, los productos “ecológicos”, etc. siguen esta trayectoria. La ANC ha ido más allá, cosa que me parece perfecta, defendiendo la tesis de que los consumidores independentistas compren y consuman marcas asociadas a ese ideario, en el sentido más amplio del término: desde lo que compro en el mercado, a la entidad financiera en la que deposito mis ahorros, pasando por la compañía aseguradora de mi coche o casa, hasta la contratación de suministros básicos: agua, luz, telefonía, etc.

A mí me gusta regar con un buen vino los ágapes cotidianos, y ya hace muchos años que mis tintos van del Priorat a Terra Alta, del Montsant a Costers del Segre y otras denominaciones, y mis blancos del Penedés al Empordà. A veces, excepcionalmente, tomo un Ribera o un Burdeos.

De la misma forma compro en Atmetller Origen, en Bonpreu o en Esclat y no lo hago en el Corte Inglés, ni en Mercadona ni en Carrefour.

Y todo esto lo hago porque me siento próximo a esos proveedores y no a los otros. Porque tengo derecho a decidir, cómo mínimo en ese pequeño ámbito de mi privacidad.

Ante el movimiento estratégico de la ANC han saltado inmediatamente los presidentes de las patronales Foment y Pimec, señores Sánchez Llibre y González, con declaraciones extemporáneas en las que aparece el código boicot y sus perniciosos efectos. Seguramente ni el señor Sánchez Llibre ni el señor González saben lo que le sucedió al señor Charles C.Boycott, en la Irlanda de finales del siglo XIX, porque si lo supieran quizás comprenderían lo que significa el “consumismo político”.

Si dos millones de independentistas catalanes se apuntaran a esta corriente, los poderes del establishment del Estado y sus representantes en la Catalunya autonómica se pondrían muy nerviosos.

Hay otros caminos frente a la represión que seguir yendo con el lirio en la mano.

 

 


La erótica del poder. Alfons Duran

junio 21, 2019

 

La formación  de las estructuras de gobierno en los municipios de nuestro país ha puesto de manifiesto, una vez más, que por encima del ideario de los partidos y de sus programas está el hecho tangible de que muchos políticos (que han hecho de la política una profesión) quieren ocupar unos puestos que les suponen, en la mayoría de los casos, unos ingresos seguros, una notoriedad a capitalizar más adelante y un acceso a los recursos públicos.

La única cosa que les interesa es el poder. El resto no cuenta, es pura retórica.

El caso más escandaloso es el de la señora Colau, que en 2015 y con solo un concejal más que el señor Trias, pasó de ejercer de activista social en apuros a dirigir el ayuntamiento de la capital. No estaba preparada ni lo está después de cuatro años dedicados a implementar innovaciones urbanas, pero eso no importa y no ha tenido escrúpulos en aliarse con cualquiera para alcanzar la cima, a pesar de no haber sido la más votada. Disfrazar su alianza de progresismo es una vergüenza, a no ser que etiquete como progresista el castigo que sus socios del 155 han sometido a los ciudadanos de Catalunya, que comparta el concepto de prisión preventiva contra sus líderes por delitos fabulados o que sienta un vacío nostálgico por no haber ocupado un espacio en aquella preciosa fotografía de la turbia manifestación españolista del año 2018, con lo mejorcito de los representantes de la España “una, grande y libre”.

Para esa operación, a plena luz del día, ha contado con el apoyo entusiasta de todo el aparato del Estado (los sospechosos habituales), que saben que la señora Colau, por muchas proclamas democráticas que haga, estará siempre a su lado, prietas las filas.

Claro que el independentismo de nuevo se lo ha puesto en bandeja. Las maniobras de Esquerra Republicana para no aceptar una candidatura común independentista (que probablemente hubiera ganado por mayoría en Barcelona) han facilitado las cosas. Por no hablar, entre otros, del bloque antinatura de Sant Cugat (ERC + PSOE + CUP), partidos que se han aliado para quitar la vara de alcaldesa a la candidata de JxCat, que había ganado con holgura.

Ahora ya no ha cabido la justificación de declarar la superioridad moral de las izquierdas (superioridad sobre la que expreso mi más absoluto hartazgo), porque todo el castillo de naipes se ha desmoronado, ya que la señora Colau, en un gesto de realpolitik, no ha tenido reparos en juntarse con lo más florido de la derecha española, incluido el PSC-PSOE, un partido de centro-izquierda que se ha desplazado hace tiempo hacia la derecha, a veces hasta la frontera de la derecha más sórdida. Una muestra más de esta sordidez son los resultados del reciente sondeo de Metroscopia en el que un 64% de los votantes del PSOE considera que el juicio a los independentistas catalanes fue justo (¿verdad señor Collboni?), sólo superado por los votantes de Ciudadanos y su candidato Manuel Valls, que se colocan en el 77%.

Ahora de lo que se trata es de poner más carriles-bici, más islas peatonales y cargase la Diagonal enlazando el Besós con el Llobregat, sin tener en cuenta los enlaces ya existentes u otras alternativas más racionales. Esto no es política (que viene de polis) sino simple folklorismo, pues como agudamente apunta Xavier Diez, la señora Colau busca bajo las piedras alguien a quien redimir.

Dentro de cuatro años podrá dejar la alcaldía y entrar en algún consejo de administración de la banca, o de las empresas de obras públicas que viven del BOE o de las que forman parte del oligopolio de los servicios básicos privatizados, que ella cínicamente critica. En sus ratos de ocio podrá dedicarse a la protección de las tortugas marinas o a algo por el estilo.

Tenía razón Kissinger: el poder es el mayor afrodisíaco.

 


A Contracorriente. Alfons Duran

mayo 30, 2019

 

Éste es un espacio crítico que no se debe a nada ni a nadie, lo que me permite analizar la realidad sin pasivos que ocultar, pasivos que hacen cierta la aguda reflexión de Upton Sinclair cuando dijo It is difficult to get a man to understand something when his salary depends upon his not understanding it”.

Al margen de la lectura sesgada y procaz de los medios estatales (públicos y privados) y de sus derivados en Catalunya (La Vanguardia, el Periódico y afines), los medios catalanes no contaminados surfean entre clichés y generalidades. Hay mucha cháchara y poco rigor informativo. Por poner un ejemplo reciente, la tertulia que TV3 organizó en las horas previas al cierre de los colegios electorales (con una mayoría de tertulianos-opinadores que se repiten monótonamente en todos los frentes) fue penosa. En el café de un pueblo podría tener sentido; en una cadena de televisión no. El espectáculo visual que acompañó al acto fue lo más atractivo. Y cuando fueron apareciendo los resultados reales, siguieron los disparates. Sólo Ernesto Ekaizer, el periodista argentino afincado en Madrid pero con presencia permanente en Barcelona, supo comprender lo que estaba pasando. Y en un aparte dijo que lo más importante de las distintas elecciones que se celebraban ese día en el Estado, y quizás lo único que quedaría en la historia al cabo de unos años, era que la candidatura que encabezaba el president Puigdemont en las elecciones al parlamento europeo había ganado de forma rotunda en Catalunya.

Las batallas de las municipales en el Principat eran las corrientes y el resto de elecciones en el Estado español eran “sus” elecciones.

Porque el triunfo de Puigdemont, Comín y Ponsatí es el triunfo del independentismo, que ha superado todas las burdas trampas del aparato del Estado y también las zancadillas de amigos y conocidos. Porque la decisión del señor Junqueras de no querer ir junto a Puigdemont y lo que representa, es un error estratégico de calibre. Se ha perdido la oportunidad de entrar en el parlamento europeo con un frente único que hubiera representado ante el mundo al independentismo catalán. ERC ha entrado por la puerta de atrás, junto a otras opciones de izquierda, que yo respeto pero que no me representan.

Y es que de forma recurrente y cuando menos se lo espera, se desentierra el sobado maniqueísmo de la derecha y la izquierda, etiquetando las opciones políticas mediante prejuicios bien urdidos, donde se mezcla el resentimiento con la envidia y la mala fe. ¿O es que alguien libre de ataduras y con pensamiento crítico es capaz de defender que la práctica política del PSOE es una praxis de izquierdas? ¿Pedro Sánchez, Susana Díaz, Collboni, Iceta, González, Guerra y un largo etcétera de “amigos y conocidos” son de izquierda?  Por favor, no me haga usted reír. ¿Es que poner carriles-bici a gogo en una ciudad de acusados desniveles y pendientes, inventarse islas peatonales sin preguntar previamente a los vecinos que piensan de ello, promover un sindicato de manteros sin resolver el conflicto de base o reducir la presencia de la guardia urbana en los barrios, es también ser de izquierdas? ¿O no será más de izquierdas  –en lo que significa de mejora, progreso y apertura democrática-  abrir un frente rupturista con savia nueva e independiente (JxCat), enfrentarse al bunker histórico del PDeCat y construir un proyecto con trayectoria propia?

Hay que ser gilipollas (necio, estúpido, en el sentido genuino del término), pero que muy gilipollas, para no darse cuenta de todo ello.

Y para confirmar el vaticinio inteligente de Ekaizer, sólo cabe revisar los resultados de las elecciones europeas en el Principat:

  • Censo: 5.408.485
  • Votantes: 3.473.476
  • JxC: 28,52%
  • PSC: 22,14%
  • ERC y otros: 21,19%
  • Ciudadanos: 8,63%
  • Catalunya en Comú-Podem: 8,44%
  • PP: 5,17
  • Vox: 1,99 €
  • Otros: 3,32%

Triunfo claro y contundente de JxC, que ha obtenido 250.000 votos más que la confluencia en la que se inscribe ERC. Y si sumamos los resultados de ambos, alcanzamos un 49,71% del total, frente al 39,73% de los españolistas. Como siempre Catalunya en Comú-Podem queda en el limbo, en “el no sabe no contesta”, territorio de la ambigüedad en el que parece se encuentra muy cómodo. Claro que este extraño equilibrio es insostenible y acabarán teniendo que mojarse. Pronto veremos si la señora Colau, en la formación del consistorio barcelonés, prefiere aliarse con la banda del 155 o se compromete de una vez con el derecho a la autodeterminación. Ella que va de izquierdas, debería recordar a Gramsci cuando dijo que “la indiferencia es el peso muerto de la historia”.

Falta ahora completar el análisis global repasando el peso del soberanismo independentista (JxC y ERC) en las capitales de las 42 comarcas catalanas, lo que nos dará una idea de la representatividad territorial del fenómeno. Porque no es lo mismo un foco concentrado que una cobertura extensa.

En 31 de las capitales el soberanismo supera el 50% del voto, en un par lo roza (49,31% en Vilanova y la Geltrú, 48,17% en Reus), y en el resto, con la excepción de Sant Feliu del Llobregat (Baix Llobregat), el Vendrell  (Baix Penedés), Mataró (Maresme), Tarragona (Tarragonés) y en Vielha (Aran)  tiene mayor peso que los partidos españolistas. En Sabadell, curiosamente, igualan en porcentaje (43,41%). En Barcelona, por si hay alguna duda, supera en 7,64 puntos al bloque del PSOE, C’s, PP y Vox (39,02%) frente al 46,66% de JxC y ERC.

En Catalunya y en esta coyuntura histórica, las elecciones europeas son unas elecciones políticas, en tanto que las municipales, sobre todo en las medianas y pequeñas poblaciones, son unas elecciones de gestión.

Menos politicólogos y más criterio:  ¡Que falta hace!


Vuelve la farándula. Alfons Duran

mayo 21, 2019

Se describe la farándula como el mundo del espectáculo, de los actores y de su círculo más próximo, aunque una segunda acepción define la farándula como una charla embrollada, con la que se pretende engañar o confundir.

El camino que conduce a unas elecciones, lo que se llama la campaña electoral, tiene parte de espectáculo y parte de engaño. Es una mezcla confusa y ruidosa en la que los políticos profesionales salen a escena y nos cuentan sus proyectos, lo mucho que nos quieren, lo malos que son sus adversarios y todo un rosario de mentiras y medias verdades que pretenden contar con nuestro apoyo. Una vez hayan obtenido nuestro voto, se olvidarán de todo.

Ahora tocan elecciones municipales y elecciones al parlamento europeo. Para las primeras mi consejo es olvidarse de las etiquetas de partido y votar por la persona o personas que hayan demostrado su capacidad para la gestión del gobierno local. Si alguna capacidad tiene el ciudadano corriente para medir las prestaciones de un político, esta capacidad se polariza en el gobierno de su municipio. La nación (Catalunya) o el estado (España) quedan muy lejos políticamente para que pueda ejercer un pensamiento crítico. El municipio no. Si no sabe a quién votar es que no asume su rol como ciudadano libre.

Dentro de esta perspectiva y como música de fondo tenemos la disyuntiva de votar a candidatos vinculados directa o indirectamente a los partidos independentistas o votar a los candidatos españolistas, que incluyen (no nos confundamos) a los del PSOE/155 de los señores Sánchez, Iceta y Borrell. Los candidatos que no se definen sobre este tema crucial demuestran su incapacidad para conectar con el tiempo histórico que vivimos. Quien no se compromete no me merece ningún respeto.

En esto, y en muchas otras cosas, soy gramsciano hasta la médula.

O sea, para las municipales, capacidades de gestión  y compromiso político. En Barcelona yo votaré a Jordi Graupera, que no tiene detrás ningún aparato de partido (y mejor que así sea), pero que tiene un programa político claro, riguroso, documentado y realista. El objetivo es que ponga una cuña en un ayuntamiento que requiere una renovación, tanto en términos de competencias como especialmente en términos de estructura (el back office), bloque este último en el que la burocracia nacida de la agencia de colocaciones que ha sido siempre el PSC-PSOE sigue mandando, aunque el complejo grupo de activistas que lidera la señora Colau diga lo contrario.

Las otras elecciones son para el parlamento europeo, que es un órgano refugio que sirve, en general, para retirar antiguas figuras políticas en desuso que los partidos sacan de sus territorios para que no molesten. Además, a nivel personal, es un retiro dorado, con jubilaciones espléndidas a edad muy temprana, buenos sueldos, magníficas dietas y viajes a cargo de los presupuestos públicos de la Unión Europea, presupuestos que se nutren de los impuestos que pagamos los ciudadanos de a pie. A nivel funcional, poco trabajo, pues sólo algunos parlamentarios se toman en serio sus atribuciones. Hay que decir a su favor que saben que sus decisiones no son vinculantes, por lo que en términos prácticos el famoso parlamento europeo no sirve absolutamente para nada. En una empresa privada haría años que habríamos echado el cierre.

Entonces, ¿por qué votar? Sencillamente porque en esta ocasión los vientos nos son favorables. Tenemos una candidatura (Junts per Catalunya / Lliures per Europa) formada por tres de nuestros exilados (Puigdemont, Comín y Ponsatí), que, al no estar sometidos al poder del Estado español como los que siguen en la cárcel “preventiva”, tienen capacidad de actuación en los foros internacionales. Al votar por ellos damos legitimación europea a Catalunya como sujeto político y esto es de una relevancia extraordinaria. Rompe con el silencio administrativo de los burócratas de la Unión Europea, que cada vez reciben mayor presión de los poderes económico-financieros internacionales, hartos de que no se encuentre una solución política a un conflicto que se ha enquistado y que puede afectar a sus intereses en el sudoeste de Europa.

Dice mi querido Nassim Taleb (The Black Swan) que a veces surge un acontecimiento improbable que rompe la monotonía del relato y produce efectos inimaginables. Pero como nos recuerda la ortodoxia metodológica marxista, las condiciones objetivas hacen más plausible la ruptura.

En definitiva, hay que votar sin dilación a Lliures per Europa porque las oportunidades son escasas y cuando se presentan hay que aprovecharlas. Y hay que votar a Jordi Graupera (en Barcelona) porque es el único que tiene las ideas claras.


La Trama. Alfons Duran

mayo 16, 2019

Hace unas semanas se cerró definitivamente la venta del Grupo Z de medios de comunicación a Prensa Ibérica, con amplios intereses en el mismo sector. Parecería una noticia económica como otra cualquiera, pero no lo es. Es una noticia que oculta las maniobras del sector financiero español contra el hipotético control de Z por parte de Mediapro, una multinacional de origen catalán gestionada por sus fundadores, pero cuyo principal accionista es el grupo inversor chino Orient Hontai Capital.

El lobby financiero, que maneja desde la distancia las riendas del poder en el Estado, siempre se ha sentido incómodo frente a Jaume Roures y Tatxo Benet (dos personalidades independientes y no necesariamente independentistas), que han financiado documentales como “Las cloacas de Interior” o “Causa especial 2907/2017”, ambos muy críticos con el gobierno central.

No es necesario recordar el maridaje de los lobbies con la “alta política”, maridaje que ha construido un modelo estable en las sociedades liberal-conservadoras, entre las que se encuentra el Estado español. Este maridaje explica mejor que nada las razones de la venta del grupo Z y la forma en que se ha llevado a cabo.

Hay que ahondar en la historia para comprender la trama y sus principales agentes.

Empezaremos por el comprador (Prensa Ibérica), cuyos fundadores y principales accionistas son Javier Moll y su esposa Arantxa Sarasola. Javier Moll era a finales de los setenta un joven abogado que ejercía de comercial en el extinto Banco Atlántico de San Sebastián. Arantxa Sarasola era la hermana de Enrique Sarasola, también joven empresario pero con una firme trayectoria de éxitos en Colombia, Estados Unidos y España, y un vínculo personal muy estrecho con el líder socialista Felipe González. Con este escudo protector, el matrimonio adquirió en 1978 Prensa Canaria, con dos diarios, aunque oficialmente el comprador fue la empresa Inversiones, Servicios y Comercio, controlada por Enrique Sarasola.

El gran impulso se produjo en 1982, cuando el PSOE alcanzó el poder en el gobierno del Estado y al cabo de dos años subastó algunas cabeceras de la denominada “prensa del Movimiento”. El nuevo grupo, apadrinado por Enrique Sarasola, se hizo con ellas. Prensa Ibérica siguió creciendo, con la adquisición por ejemplo de “El Faro de Vigo” en 1986. Prensa Ibérica es hoy una sociedad consolidada, aunque padece el mismo tipo de problemas que todos los medios de papel (reducción de márgenes de explotación y caída de la difusión).

Sobre el vendedor poco hay que añadir a lo que ya es público: el grupo Z llevaba mucho tiempo en una situación de quiebra técnica. Los principales acreedores mantenían una extraña posición en standby. Sólo hay que mencionar que en 2017 su cifra de negocios fue de 136 millones de euros y sus pérdidas de 20,7 millones. El grupo estaba en venta, pero nadie quería asumir el pasivo que arrastraba. Sólo a la banca (sin contar la deuda a Hacienda y la Seguridad Social) se debían 99 millones de euros.

En esta situación, la banca  –que era la propietaria real del grupo-  decidió plantear una quita del 50% sobre la deuda, con objeto de estimular al posible comprador. Y el mecanismo funcionó: Prensa Ibérica, Henneo, Vocento y Mediapro acudieron a la cita.

Veamos el perfil de los agentes. Por parte de la banca tenemos Caixabank, con una exposición de 23 millones de euros, que se constituyó en el líder del bloque bancario. Luego estaba el Santander, que a través del Popular tenía 30 millones. El resto (BBVA, Sabadell, Institut Català de Finances, Kutxa, etc.) tenían riesgos menores.

Por parte de los interesados y también con cuentas cerradas del 2017, tenemos a Vocento (ingresos de 423 millones y 18 millones de beneficios), Henneo (128,6 millones de ingresos y pérdidas de 692.000 euros), Prensa Ibérica (ya citada) 175 millones de ingresos y 2,3 millones de beneficios, y, por último Mediapro 1649 millones de euros y 145 millones de beneficios. Es evidente que no todos tenían la misma musculatura financiera.

Las negociaciones se alargaron hasta el límite y al final quedaron dos opciones: Prensa Ibérica y Mediapro. La banca cerró la operación con la primera (con una quita del 70%), a pesar de que la segunda había ofrecido diez millones más, lo que suponía aliviar el peso de la misma ¿Por qué? En términos económicos no tenía ningún sentido; ni para los acreedores, ni para los empleados del grupo Z, ni para los accionistas minoritarios. Luego, ¿para quién tenía sentido?

Quizás para esos seudo oligarcas que señorean en el desierto económico de un Estado en quiebra.

Ya hemos señalado que Caixabank (con una fuerte exposición, aunque algo menor que el Santander), se había erigido en el responsable de la venta. Sigamos la pista: el principal accionista de Caixabank es la Fundación Bancaria de La Caixa (un ente extraño en el que sus directivos ejercen de okupas), cuya cabeza dominante es el señor Fainé. En cuanto al Santander (que algunos definen como el cortijo de la familia Botín, aunque su participación accionarial sea pequeña) lo preside la señora Botín. Tanto el señor Fainé como la señora Botín (el primero de forma velada y la segunda de forma explícita) son partidarios de una España única e indivisible, que imagino veían peligrar si Mediapro tomaba el control de Z (el estúpido mantra de “España se rompe”).

Otras sospechosas coincidencias es que las entidades a su cargo son accionistas del grupo Prisa, con quien además mantienen líneas importantes de crédito. Prisa ha tenido un contencioso jurídico muy importante con Mediapro, del que ha salido mal parado. Prisa lleva años en caída libre, con pérdidas explosivas: 1029 millones en el 2013, 2309 en el 2014 y, después de una ligera recuperación, 236 millones en el 2018.

Si añadimos a todo esto los vínculos históricos de Prensa Ibérica con el PSOE, podemos empezar a comprender el resultado final de la operación. Los políticos acaban siendo unas marionetas en manos de los lobbies financieros, que además, gracias a la fragmentación del accionariado, no tienen que dar ninguna explicación a sus accionistas, a los que les basta un pequeño regalo y una presentación en power point, en el improbable caso de que se les ocurra acudir a la junta general.

La adquisición del grupo Z por parte de Mediapro hubiera sido estratégicamente lo más razonable (siendo la segunda una fábrica de contenidos bien gestionada). Es cierto que la prensa de papel es un sector en declive, que irá encogiéndose paulatinamente, pero si alguna empresa del sector podía gestionar un grupo en ese entorno tan convulso y complejo, esa empresa era Mediapro. Y todo esto era tan evidente que el más necio de los ejecutivos habría sido capaz de comprenderlo.

La trama que han urdido unos pocos miembros de la casta extractiva, posesos de la ideología dominante, ha roto las reglas de juego de lo que es o debería haber sido una operación más en un mercado competitivo y abierto.

Alf Duran Corner

LA CARA OCULTA DEL IBEX/35. Alfons Duran

mayo 9, 2019
Los medios de comunicación, tanto los catalanes como los españoles, tanto los más profesionalizados como los ideológicamente sesgados (que son la mayoría), hacen una lectura errónea del poder de las empresas que conforman el Ibex/35, que es el índice de referencia de la Bolsa española.

Para los menos versados, hay que recordar que este índice (parecido a otros similares en países de mayor peso económico), refleja el sentimiento cortoplacista de la economía de un país, que junto a otras variables de mayor calado ofrecen una lectura más completa del estado de la actividad económica.

Cuanto menor es el volumen de la actividad bursátil de un mercado, menor es el significado real del índice. En el estado Español el Ibex/35 (las 35 empresas que lo constituyen, porque se ajustan a unos criterios pre-establecidos) tienen en su conjunto un valor de capitalización de 650.000 millones de euros, más de la mitad del PIB. Ese valor varía constantemente, en función de la volatilidad del mercado, que en la actualidad es muy alta. En comparación a los grandes mercados, la Bolsa española es una bolsa relativamente pequeña.

Pero lo que sí es significativo es que es una bolsa muy concentrada, ya que apenas 5 valores suponen el 45% del conjunto. Y es a estos valores a los que hay que prestar atención. Lo primero a señalar es que cuando una Bolsa está tan concentrada, es fácil que se produzcan manipulaciones interesadas, a la alza o a la baja. Y esto se instrumenta mediante las operaciones a corto (short selling), que sólo los grandes inversores son capaces de hacer.

Los primeros cinco valores del Ibex/35 en la actualidad son Inditex, B.Santander, Iberdrola, BBVA y Telefónica. Tienen perfiles diferenciados: B.Santander (el banco de los Botín) es un histórico de la banca, que ha ido absorbiendo bancos, con la colaboración entusiasta de los gobiernos del Estado. Iberdrola es uno de los partners del oligopolio de la energía. BBVA es un banco de bancos, en el que el gobierno del señor Aznar colocó sus piezas aprovechando las debilidades de la casta de Neguri. Telefónica (Movistar) es el resultado de la privatización de una empresa pública. Inditex es una empresa digamos competitiva, hecha a sí misma, a la que algunos critican sus oscuros orígenes, pero que ha alcanzado por méritos propios una dimensión multinacional.

Con la excepción de Inditex, cuyo fundador controla un paquete mayoritario, el resto tiene un accionariado muy distribuido, con algunos accionistas institucionales a los que debemos prestar atención. Un accionista institucional es un inversor de inversores, ya que actúa en representación de un conjunto de ahorradores. Un accionista institucional no interviene en la gestión y sólo mueve ficha en virtud de las oscilaciones del valor. Opera a corto y no le importa el futuro de la empresa,  de la que sólo conoce el balance y la cuenta de resultados.

¿Qué tienen en común los cinco valores principales del Ibex/35? Que todos cuentan con inversores institucionales. Los más importantes son BlackRock, CVC Capital, Global Infraestructure, Qatar, Capital Research, Norges, Fidelity, etc.

Y, ¿cuál de ellos destaca por su implicación en el mercado español? Sin ninguna duda, BlackRock, que es el accionista de referencia de Santander, Iberdrola, Telefónica, BBVA y un accionista importante de Inditex. No sólo esto, sino que el fondo tiene también presencia determinante en Amadeus, Repsol, CaixaBank, IAG, Ferrovial, Grifols, Red Eléctrica, ACS, Cellnex, Sabadell y otras. BlackRock es como el espíritu santo (está en todas partes).

Cuento todo esto porque nuestros analistas de mesa de camilla están diciendo últimamente que “el Ibex/35 apuesta por un gobierno PSOE-Ciudadanos”, cuando no existe una representación formal de tal plataforma y cuando en las entrañas del índice hay elementos que no se citan y que tienen el poder real.

Son los oligarcas camuflados los que mueven el mundo, y estos no viven en la Castellana.

Analicemos ahora que hay detrás de BlackRock.

BlackRock es el gestor de activos más importante del mundo y mueve una cartera de casi 7 billones de dólares (trillones americanos), unas cinco veces el PIB del Estado español. Nació en 1988 bajo el liderazgo de Larry Fink, un antiguo ejecutivo del banco de inversiones Crédit Suisse First Boston (CSFB), donde había manejado y desarrollado los famosos MBS (Mortgage-Backed Securities), activos respaldados por una hipoteca o grupo de hipotecas, que jugaron un papel relevante en la crisis financiera mundial del 2007.

Larry Fink salió del banco con un concepto muy definido del riesgo y de la forma de encararlo. Con su filosofía y el apoyo financiero inicial de Blackstone, la empresa fue creciendo en un proceso constante de fusiones y adquisiciones. Un salto cualitativo importante se produjo en el 2008 cuando, tras la crisis financiera, su división de consultoría (BlackRock Solutions) trabajó para el gobierno analizando, valorando y liquidando la cartera de activos tóxicos de la banca intervenida. En la actualidad BlackRock es el “banco en la sombra” más importante del mundo, con  setenta oficinas en treinta países y unos catorce mil empleados. Hay sectores estratégicos (como la telefonía) donde su voz es clave, ya que tiene grandes paquetes accionariales en Vodafone, Orange, British Telecom, Telefónica, Verizon, Euskaltel, etc. Lo mismo podemos decir del sector químico, con presencia en Basf, Montsanto, DuPont, Linde, Air Liquide, Bayer, etc. Es también el primer o segundo accionista de los seis grandes bancos norteamericanos. Su red es tan extensa que un comité del Congreso norteamericano ha cuestionado su presencia horizontal en el ya considerado oligopolio de las compañías de aviación en vuelos domésticos, donde parece existir un acuerdo de precios. Es capaz de manejar la ambigüedad, lo que le permite declarar su compromiso para combatir el cambio climático y, al mismo tiempo, invertir en la minería del carbón.

Lo que sorprende es que BlackRock consiga la confianza de los grandes fondos de pensiones de los funcionarios públicos (con California a la cabeza) y simultáneamente asesore a Bancos Centrales (Irlanda, Grecia) y a grupos bancarios privados como ING. También llama la atención su habilidad para superar el conflicto de intereses tradicional en el mundo financiero, cuando invierte después de asesorar sobre la inversión. Las “murallas chinas” que dicen construir entre sus unidades de negocio para que no haya contagio son más un “cuento chino” que otra cosa.

No sé lo que pueden pensar sobre la conveniencia de un gobierno español de coalición (PSOE-Ciudadanos) el señor Fainé  y el señor López Burniol (CaixaBank) o el señor Oliu (Sabadell), pero lo que sí sé es que es irrelevante. Tienen las manos cogidas, como casi todos los “extractores de rentas” del Estado español. Como mucho, son la voz de su amo.

¿Y qué piensa Larry Fink? La verdad es que no lo explicita y sólo podemos colegirlo de su trayectoria empresarial, donde el pragmatismo anglosajón es la enseña dominante. Larry Fink pertenece a esa raza especial de personajes que manejan el poder mundial. De las tres características que considero básicas en el perfil dominante de los “oligarcas camuflados”, cumple dos: fue directivo durante muchos años de un banco de inversión (CSFB) y hubiera sido seguramente secretario del Tesoro si Hillary Clinton hubiera alcanzado la presidencia de Estados Unidos.

Probablemente a Larry Fink y a su gente les importa muy poco quien gobierne o deje de gobernar el Estado español. Sus analistas ya saben que el entorno liberal-conservador ha metabolizado todas las etiquetas políticas. No quieren estridencias y es por ello que prefieren la negociación a la bronca perpetua. Trabajan con parámetros identificables, contrastan las cifras con la realidad y actúan.

Es el poder del dinero, de los que manejan el dinero de los otros y lo hacen a gran escala. El valor global de sus fondos es casi diez veces el valor de capitalización del Ibex/35.

Hay que poner más rigor en la información y olvidarse de los estereotipos. Y los que no saben o no pueden o no quieren, mejor que se dediquen a otra cosa.

Alf Duran Corner

El ciudadano medio. Alfons Duran

abril 30, 2019

Si nos atenemos a las matemáticas, la media es el valor central de una serie de datos, el que nos da teóricamente el perfil más representativo. Claro que luego debemos contrastarlo con el grado de dispersión de estos datos, no sea caso que el primer indicador nos confunda.

En las elecciones generales recién celebradas (lo de celebrarlo vamos a dejarlo en barbecho), el ciudadano medio del Estado ha expresado su opinión eligiendo aquella opción que más se acercaba a su credo ideológico. Luego los medios de comunicación afines a las distintas ofertas han proclamado los éxitos de sus patrocinados.

Parece a primera vista que se ha producido un gran vuelco, pero en el fondo ha habido simplemente un cambio de cromos.

Empezaremos por los partidos que yo describo como los “mamporreros” (los propensos a atizar o sacudir un mamporro a quien no piense como ellos), a los practicantes del “poder codigno”, que en la terminología de Galbraith es el más rudimentario, el que va acompañado del castigo. O sea, el PP y Ciudadanos.

Estos dos partidos obtuvieron los siguientes resultados en las elecciones generales del 2016:

  • PP………………….    7.906.185 votos.
  • Ciudadanos ……   3.123.769 votos.

Total ………………..       11.029.954 votos.

En las recientes elecciones una parte de sus militantes se ha escindido y ha creado otro partido, también del grupo de los “mamporreros”, ni mejor ni peor que sus ancestros: Vox. Veamos ahora los resultados:

  • PP …………………   4.356.023 votos.
  • Ciudadanos ……. 4.136.600 votos.
  • Vox ………………..   2.677.173 votos.

Total …………………      11.169.796 votos.

El bloque ha obtenido 140.000 votos más que hace tres años. Hay que reconocer que es todo un éxito.

Y si tenemos en cuenta que las prioridades de sus programas políticos si hubieran alcanzado o alcanzan el gobierno es “sacar lazos amarillos”, “no indultar a los golpistas” (todavía no sentenciados), “cerrar TV3 y Catalunya Radio”, “aplicar el 155 mejorado”, etc., nos imaginamos que sus once millones largos de electores comparten este proyecto y no les importa lo que puedan hacer en sanidad, educación, fiscalidad, industrialización, pensiones, seguridad, etc. Y esta desviación psicosocial en un colectivo tan grande es muy preocupante.

Lo anterior explica que si a las siete de la mañana alguien llama a tu puerta, lo más probable es que no sea el lechero ni el repartidor de periódicos.

Y si nos desplazamos a la zona de los ganadores del evento (PSOE), con sus 7.480.755 votos, que son muchos pero casi 3.700.000 menos que los de la acera de enfrente, la verdad es que no veo donde está el cambio. Se puede argumentar que esta cifra es prácticamente idéntica al número de sufragios obtenidos por Unidas Podemos, pero esto sería incluir al bloque liderado por Iglesias en el aparato represor del Estado con el 155.

Porque no debemos olvidar que el PSOE de este apuesto chico de camisas blancas es el mismo que apoyó solidariamente la aplicación del 155 y que cuenta entre sus destacados oficiantes a personajes como el siniestro Borrell o el fantoche presidente de Aragón señor Lambán. Es el PSOE de la “convivencia”, cuya cabeza pensante (es un decir) amenaza con volver a repartir jarabe de palo entre los catalanes, o lo que haga falta.

Siempre se recuerda a Churchill cuando dijo – en su defensa del sistema democrático –  que “la democracia es la peor forma de gobierno, con la excepción de todas las demás”. Pero es que Churchill dijo otras cosas, tan acertadas como la anterior.

Y entre ellas hay una que conviene recordar aquí y ahora:

“El mejor argumento contra la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante medio”.

 

Ya nos avisó Marco Aurelio: “Edúcalos o padécelos”.


CHINA: THE TURNING POINT. Alfonso Duran

abril 4, 2019

La República Popular China es para la mayoría de la población el gran desconocido, cuya única referencia explícita es el bazar chino más próximo, donde uno puede encontrar el más impensable de los objetos. Sin embargo, conviene estar atentos a lo que ocurre en ese gran centro de poder mundial, que puede tutear a Estados Unidos en términos de influencia.

Estos días se celebra en Pequín el congreso del partido comunista y en particular de su cúpula dirigente, que preside desde hace cinco años el también presidente de la república señor Xi Jinping.

Xi Jinping, de maneras suaves al modo oriental, cumple con voluntad firme el camino trazado para consolidar su proyecto de la China del siglo XXI. Y este proyecto personal supone un punto de inflexión respecto al auspiciado hace treinta años por el venerado Deng Xiaoping. El espíritu de consenso del líder histórico ha sido sustituido por un programa inflexible, en el que el partido toma de nuevo un fuerte protagonismo en los ámbitos político, económico y social. Se diría que Jinping quiere recordar a la población que el modelo chino, esa curiosa combinación de economía de mercado en un régimen político comunista, no va a aceptar interferencias, ni técnicas ni ideológicas. Y para ello el presidente, que no sólo controla el partido y el gobierno sino que dirige la poderosa comisión militar, ha promocionado el estudio de su pensamiento político en el mundo académico, pensamiento que se resume en un manifiesto de catorce puntos, entre los que encontramos la inviolabilidad del liderazgo del Partido Comunista y la singularidad de un socialismo con características chinas.

Algunos claros elementos de este nuevo enfoque son, por ejemplo, la instalación de unos doscientos millones de cámaras de vigilancia para controlar la vida social y reducir la criminalidad. También lo es el macroproyecto de seguridad social, que incluye indicadores como el compromiso de cada ciudadano con el proyecto político del partido para evaluar las prestaciones a conceder, incluida la concesión de créditos. En este último apartado, se seguiría una línea parecida a la que funciona en Estados Unidos con la escala FICO, que otorga una puntuación a cada persona para obtener un crédito, en base a distintos parámetros (en este caso sólo de carácter económico y no político). La presencia del partido se extiende en todos los ámbitos, con la creación de comités políticos en la mayoría de las grandes empresas, incluidas las joint-ventures. Estos comités no intervienen en la gestión, pero si comprueban que las estrategias de las empresas se ajustan a las grandes líneas de la política económica del gobierno.

Algunos observadores internacionales creen que la economía sufrirá con estas limitaciones, aunque solo el tiempo probará este futurible. Si nos atenemos a los datos más recientes, podemos ver que en 2018 el PIB creció un 6,4% y que la media de crecimiento de los últimos cinco años fue un 6,8%. Es cierto que la tasa es descendiente, pero su ratio continúa siendo muy superior al resto de países de características homogéneas. Merece la pena añadir que a pesar del contencioso chino-americano provocado por el presidente Trump respecto al comercio entre ambos países, las cifras del 2018 son espectaculares a favor de China, con un superávit a favor de este último país de 388.000 millones de dólares, lo que significa que por cada dólar que China compró a Estados Unidos, Estados Unidos compró tres a China.

En el plano exterior, China da cada día señales de la soberanía sobre sus costas marítimas, en especial sobre los mares del sur. También destaca sus continuas inversiones en países africanos, con la sorprendente instalación de una base logística militar en Djibouti, capital del propio Estado, pequeño país con una población próxima al millón de habitantes y una extensión inferior a Catalunya, pero estratégicamente muy bien situado, pues está en la boca sur del Canal de Suez.  Siguen además adelante sus macroproyectos más importantes: el Shanghai Cooperation Organisation (SCO) y el Asian Infrastructure Investment Bank (AIIB), auténticos contrapoderes frente al FMI, el Banco Mundial y la OTAN. En política monetaria, el Banco Central redujo ya el pasado año el coeficiente de reservas de los bancos, con el propósito de liberar liquidez para créditos e inversiones.

Quizás su punto débil es la natalidad. La población envejece, pues la política de control de la población (hijo único) ha dejado huella, aunque ahora ya no esté en vigor. En términos demográficos, China padece el denominado “Middle Income Trap”, cuando las economías en desarrollo producen una incipiente clase media que luego se expande, y que hace que las familias se impongan voluntariamente una limitación en el número de hijos, al priorizar otros aspectos de su vida. Claro que el tema demográfico no es exclusivo de China y es mucho más grave, por ejemplo, en países como Japón (tan próximo a ellos) y Alemania.

No sabemos si durante el congreso de este mes el líder chino aflojará un poco la cuerda y flexibilizará sus mecanismos de control, pero sí podemos intuir que, haga lo que haga, su influencia mundial será bien visible.

Antes se decía que un estornudo en Washington producía un catarro a cinco mil kilómetros de distancia. Tendremos que ampliar nuestro campo de observación y estar atentos también a lo que ocurra en Pekín, cuyo clima, por cierto, no muy saludable.

 


Desorientación. Alfons Duran

marzo 21, 2019

 

Tras la muerte del dictador, los poderes fácticos del Estado tejieron una red de alianzas con los pequeños grupos de la oposición y presentaron un escenario de democracia formal, que en sus fundamentos era un franquismo al que se había aplicado un lifting de mínimos. En esa operación cosmética de peluquería de barrio se incluían unos partidos políticos etiquetados como “de derechas y de izquierdas”, un grueso de normas y procedimientos que llamaron “constitución” (que incluían capítulos redactados por los militares fascistas) y una aparente descentralización administrativa (las comunidades autónomas) para encubrir los derechos de las naciones históricas del Estado.

Luego se pidió al pueblo que votara y el pueblo, en su gran mayoría temeroso y desorientado, votó a favor de lo que la autoridad competente presentaba. Y así hemos llegado hasta aquí.

El espectáculo se ha mantenido incólume durante más de cuarenta años, pero hace aguas por todas partes y tiene un futuro dudoso. Hay varios frentes que explican el derrumbe del tinglado y hay que tratarlos separadamente.

El primer frente es el ideológico. En el mundo occidental (es un eufemismo) los partidos oficiales de derechas e izquierdas se han integrado, en la praxis, en un magma liberal-conservador, con pequeñas diferencias. Las TIC’s, la globalización, la financialización de la economía y el peso del “Big Business” a escala mundial han producido una transferencia de poder hacia el gran capital, que utiliza a los políticos profesionales como empleados bien remunerados. En el Estado Español, a la pequeña escala que le corresponde, ha ocurrido lo propio. Por un lado tenemos productos obsoletos (como el PP o el PSOE) y, por otro, tenemos nuevos entrantes (Ciudadanos o Podemos) lanzados al mercado como si se tratara de una nueva colonia para ejecutivos agresivos. Entretanto los fondos de cobertura internacionales, los fondos de inversión y los fondos soberanos, con la participación doméstica de las grandes empresas ayer públicas y hoy privatizadas, del lobby de obra pública dependiente del BOE y de la banca oligopolística, preparan las recetas que luego sus empleados servirán a los comensales: un poco de libertad, unas gotas de democracia, una pizca de patriotismo y todo bien revuelto y espolvoreado con “la Roja”.

El segundo frente es el económico y el fracaso del modelo desarrollado. Desde el plano de la economía política, en el sentido genuino del término (trabajar para la polis en términos de eficacia y eficiencia), la buena economía se fundamenta en la correcta asignación de recursos y, posteriormente, en su adecuada gestión. El Estado español ha fracasado siempre en lo primero y en lo segundo, beneficiando, eso sí, a las élites extractivas y rentistas que se han quedado el excedente generado. Ejemplos de mala asignación son abundantes, como las inversiones en la red radial ferroviaria de alta velocidad (absolutamente innecesaria), la proliferación de aeropuertos y su poco ajustada dimensión, el gasto extraordinario en armamento, la red viaria de autovías en zonas de escaso tránsito, la barra libre de polideportivos, etc. En paralelo, se han producido grandes vacíos en aquellas infraestructuras que sí eran claves para facilitar la actividad empresarial, como el ya famoso y abandonado “corredor del Mediterráneo” de mercancías. En lo que respecta a la gestión, lo difícil es encontrar un área que nos permita dar un aprobado. Por último hemos de referirnos a la transferencia de rentas entre comunidades, con el teórico propósito de crear plataformas de despegue económico en territorios poco explotados industrialmente. Los resultados han sido desastrosos. Se ha drenado de liquidez de forma sostenida a las zonas con cultura empresarial y óptima ubicación geoestratégica (el caso de Catalunya es paradigmático) y no se ha creado nada útil en las zonas subvencionadas. No sólo esto, se ha estimulado el subsidio como forma de vida.

El tercer frente es el político. Catalunya ha dicho basta. La voluntad mayoritaria y transversal de sus ciudadanos de decidir su futuro a través de un referéndum ha sido bloqueada por el Estado, que ha utilizado sus capacidades (legales y no legales) para dinamitar un proyecto de naturaleza democrática. Pero el contencioso se le ha ido de las manos al Estado español, gracias en parte a la proyección internacional de los políticos exilados. El hecho de que otros Estados no intervengan (los Estados se protegen unos a otros) no significa que parlamentarios, académicos, analistas, ensayistas, periodistas y políticos de todo el mundo no observen atentamente lo que está ocurriendo. El descrito como “espíritu de la Transición”, un relato inventado por el Régimen (que sigue incrustado en el “Deep State”), ha entrado en barrena. Nada se aguanta; ni la monarquía, ni la pluralidad de estamentos que la secundan, ni la pléyade de altos funcionarios que han vivido y viven graciosamente de este embolado.

Y ahora hay que votar y hacerlo, como mínimo, por triplicado. Hay unas elecciones generales (el parlamento del Estado), unas elecciones municipales (los ayuntamientos de cada población) y unas elecciones al parlamento europeo. Son temas distintos y hay que tratarlos separadamente.

Voy a referirme exclusivamente a Catalunya y a los catalanes, que es el único ámbito que me importa. Lo que hagan o dejen de hacer los españoles que viven en Catalunya (como la señora Arrimadas y sucedáneos) no es de mi incumbencia, aunque imaginamos que repartirán su voto entre el PSOE, el PP, Ciudadanos y Vox. Lo pueden decidir al azar, porque en el fondo se parecen mucho más de lo que aparentan.

En términos estratégicos, los catalanes deberían votar en las elecciones generales opciones independentistas (Junts per Catalunya, ERC, Terra Lliure) para conseguir luego un colectivo que tenga el suficiente peso como para bloquear ciertas decisiones del gobierno del Estado. Lo ideal hubiera sido una candidatura unitaria, pero las reticencias de la estructura de mando de Esquerra Republicana no lo ha hecho posible. Sus argumentos de que al ir separados se suman distintas sensibilidades independentistas no tienen base estadística y, a lo sumo, son una hipótesis de trabajo. Lo que no es una hipótesis es que la ley de Hondt premia a los partidos mayores. Parece que los que sí la conocen son los asesores del señor Casado, que tratan de evitar la incidencia de Vox en los territorios que ellos consideran de su propiedad.

Las elecciones municipales son más sencillas para interpretarlas en clave catalana. La recomendación es la misma y probablemente no habrá cambios significativos. También aquí nos hemos encontrado con la voluntad de Esquerra Republicana de trabajar con marca propia. Lo más grave es que esto lo hagan en Barcelona, que simbólicamente es la capital de una Catalunya independiente y republicana. Como aquí no cuentan las corrientes sino la lista más votada, puede ocurrir que se pierda la alcaldía. Si esto ocurre, habrá que pasar cuentas. Si uno asume más riesgos de los que puede manejar, ha de aceptar el premio pero también el castigo.

Tenemos el mismo relato en las elecciones europeas, donde un tándem Puigdemont-Junqueras hubiera roto todas las costuras en el plano internacional. Esquerra no ha querido y repite sus coaliciones históricas, como si nada hubiera ocurrido. Su comportamiento me induce a creer, preferiría equivocarme, que ya se sienten cómodos con el modelo autonómico.

No hago mención específica  –siempre en clave catalana– al grupo polivalente formado por Comuns, Podemos, Podem, Iniciativa y otros, porque, al vivir en la indefinición permanente, soy incapaz de conocer cuál es su proyecto político. Algunos de ellos, que pretenden representar en exclusiva el patrimonio histórico de la izquierda, deberían hacer autocrítica, abandonar la ambigüedad y comprometerse con unos o con otros. Si todavía no se han dado cuenta de que la cuestión de la independencia de Catalunya tiene prioridad sobre la cuestión social, mejor que se dediquen a otra cosa.

En la calle la gente pide unidad, pero algunos no escuchan. Lo acabarán pagando. Los partidos políticos en general han entrado en declive. Se han anquilosado. No se renuevan. Las estructuras impiden la mejora. Al final la democracia directa, que es la auténtica, se irá imponiendo con distintos formatos.

Una de las virtudes del President Puigdemont es que ha dinamitado los restos de un partido que fue hegemónico pero que ha perdido su razón de ser. Yo no milito ni he militado nunca en ningún partido. Será que mi alma ácrata le puede a mi sentido del orden. Por eso me siento libre de ataduras partidistas. Votaré por las candidaturas de Junts per Catalunya en todos los frentes. Por coherencia, por dignidad y por respeto.


BUREAUCRISTAN. Alfons Duran

marzo 8, 2019

El seguimiento por televisión del juicio a los independentistas catalanes (sólo para Cataluña, no fuera caso que algunos españoles cayeran en la cuenta de la irracionalidad de todo el montaje), ha puesto de manifiesto una vez más la singularidad del colectivo burocrático: jueces, fiscales, abogados del Estado, ordenanzas, secretarios y policías.

El primer impacto visual resulta dieciochesco, con toda la parafernalia de las posiciones en el estrado, la pomposa vestimenta, lo artificial del lenguaje, el falso sentido del orden, la manifiesta jerarquía del bloque, la continua tendencia a citar números y fechas, las monótonas repeticiones, los tonos de voz, etc. Es como un auto sacramental trasladado al siglo XXI.

No nos debería parecer extraño este ensamblaje, pues la burocracia opera siempre de esta manera. Se siente a gusto en su caldo de cultivo.

A estas alturas no vamos a descubrir la razón de ser de la burocracia. Sin ella el Estado no existiría. Aunque desde posiciones discrepantes, tanto Max Weber como Marx justificaban su existencia con propósitos de eficiencia. Claro que una cosa es la teoría y otra muy distinta la práctica. Sólo los ácratas y los libertarios se han opuesto frontalmente a ella.

Yo estoy más cerca de estos últimos que de los primeros. Entiendo que un Estado moderno ha de ser ligero, tomando protagonismo solo en dos sectores esenciales: sanidad y educación. El resto de capítulos ha de ser de mínimos.

No me gusta el burócrata profesional, el que orienta su vida hacia las oposiciones, hacia el puesto seguro, hacia las prebendas, hacia una jubilación tranquila. Castilla es la gran paridora de este tipo de personas, quizás porque la cultura dominante así les condiciona. Si además ascienden en la escalera del poder, este tipo de gente suele ser muy peligrosa. Y lo son porque amparados en la estructura del Estado toman decisiones sobre asignación de recursos sin asumir ningún riesgo a cambio. Como diría el fino analista Nassim Taleb, “no se juegan la piel”.

Por su propia naturaleza, el burócrata es conservador. Cultiva la aversión al riesgo y se opone a cualquier cambio, por simple que pueda ser. El denominado “poder judicial” en el Estado español forma parte del “Bureaucristan” y está impregnado de la cultura heredada del franquismo, hasta el extremo de que muchos de los nombres y apellidos de los altos tribunales se repiten cincuenta años después.

Los más listos han dado un paso adelante y han accedido, a través de las puertas giratorias, al mundo de la empresa privada, sin que se les conozca ningún mérito para ello. Todo su activo es una lista de teléfonos. Basta echar un vistazo a la posición actual de los primeros y segundos niveles de los gobiernos de Aznar, Rodríguez Zapatero y Rajoy para verificar este roadmap.

Ya sabemos que esto no debería ser así, pero es. En teoría el funcionario está para prestar un servicio público, no para aprovecharse de su acceso al entramado del Estado. El propio Taleb, antes citado, recomienda:

“Una buena regla para la sociedad pasaría por obligar a quienes entran en la administración pública a comprometerse a no ganar más de una cantidad predeterminada de lo que obtendrían en el sector privado; el resto debería ser para los contribuyentes. De este modo, podríamos tener un verdadero “servicio” público, en el sentido estricto de la palabra, en el que los individuos que trabajan para el Estado cobrarían menos debido a la recompensa emocional que conlleva servir a la sociedad. Esto demostraría que no están en el sector público por afán de inversión; uno no se convierte en sacerdote jesuita porque esto le permita más tarde ser contratado por Goldman Sachs”.

El gran ensayista libanés cierra el consejo con una punta de cinismo, porque sabe sobradamente que es un consejo baldío. Como contrapartida a los espabilados, están los menos listos de la administración pública, que se conforman con la pompa del puesto, un sueldo respetable, los pluses y las dietas. Por ello se sienten obligados a teatralizar su trabajo, como podemos ver en el juicio del procés”.

Un mundo en manos de burócratas es un mundo a la deriva. O estás en manos de unos aprovechados (que extraen rentas  capitalizando más adelante sus contactos) o en manos de unos administrativos promocionados, que se amparan en la letra de la ley para imponer su sesgado sentido del orden.

Como podría decir Nietzsche, arropado bajo sus sábanas el burócrata solo piensa que en la calle hace frío.


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