Ciclo de conferencias “Polarización y dialogo en las sociedades democráticas”

febrero 7, 2020

 «El caso de Italia: el nuevo gobierno de Conte como respuesta a la amenaza del populismo y el euroesceptiscismo»

Estimado/a amigo/a,

Nos complace invitarle a la segunda sesión del ciclo de conferencias «Polarización y diálogo en sociedades democráticas» que abordará la situación en Italia  en un momento en que la polarización social y política está creciendo en el país a pesar de la resistencia del Gobierno Conte.

La conferencia El caso de Italia: el nuevo gobierno de Conte como respuesta a la amenaza del populismo y el euroesceptiscismo irá a cargo de Eva Giovannini, escritora y periodista de RaiTV y Paola Lo Cascio, profesora, Universidad de Barcelona , y será moderada por Pol Morillas, director del Cidob.

Eva Giovannini es periodista de la RAI, autora de «Europa Anno Zero» centrado en el regreso del nacionalismo. Ha dirigido la edición 2017 del Premio Strega (Raitre). Es miembro del «Comité de Sabios» sobre Europa establecido por la Presidencia de la Cámara (2017) y miembro del jurado del Premio Jo Cox para estudios sobre Europa. Para televisión ha realizado reportajes para Annozero (Raidue) y Piazzapulita (La7). Comenzó como periodista colaborando con Il Tirreno y Affari & Finanza (La Repubblica ).

Paola Lo Cascio es historiadora en la Universidad de Barcelona. Es licenciada en Ciencias Políticas en Roma (1999). Obtuvo doctorado de Historia Contemporánea por la Universidad de Barcelona (2005). Desde el año 2000 es miembro del Centro de Estudios Internacionales Históricos de la UB (UB- CEHI) y ha participado en diversos proyectos de investigación sobre la historia del siglo XX español. Ha sido profesora visitante en la Universidad de Cambridge (Fitzwilliam College , 2011), en la Università La Sapienza (Roma 2013) y en la Universidade de Lisboa (2014). Es autora de diversos artículos y monografías científicas, entre ellas «Nacionalismo y Autogobierno» (Asuntos , 2008), «Economía franquista y corrupción» (con José Manuel Andreu Mayayo, Flor del Viento 2010), «La Guerra Civile Spagnola. Una storia del Novecento» (Carocci, 2013).

Habrá servicio de traducción simultánea del italiano al castellano.

El acto, coorganizado por CIDOB, el Club de Roma, la Fundación Cultura de Paz y el ICIP, tendrá lugar el martes 18 de febrero de 2020 a las 18.30 h en el CaixaForum de Madrid (Paseo del Prado, 36 – 28014 Madrid).

Para una mejor gestión del aforo es imprescindible confirmar asistencia mediante este enlace

Esperamos que sea de su interés.

Cordialmente,

Federico Mayor Zaragoza


“Cuestión esencial: la Educación, los educadores”. Federico Mayor Zaragoza

febrero 3, 2020

La educación es, como la justicia, la sanidad y la ciencia, tema supra-partido político. Se dirige a todos los ciudadanos, sin discriminación alguna, y no puede concebirse desde ideología, creencia e identidad cultural alguna.
Educación para ser personas “libres y responsables” (art. 1º de la Constitución de la UNESCO), para “dirigir con sentido la propia vida”, según impecable definición de D. Francisco Giner de los Ríos. La Constitución de la UNESCO ofrece iluminados caminos para el mañana: vivir guiados por principios democráticos, comprobar la veracidad de la comunicación y, sobre todo, a prender a ser, para el pleno ejercicio de las facultades distintivas de la especie humana: pensar, imaginar, anticiparse, inventar, ¡crear! Cada ser humano único capaz de crear, de inventar un futuro y participar en el colectivo, nuestra esperanza.
La educación durante toda la vida constituye la herramienta más poderosa de la democracia. Educación a lo largo de toda la vida, como fuerza emancipadora, liberadora, como forjadora de un comportamiento “personal”, decidido con total autonomía. “Libres, escribió Eduardo Galeano, son quienes crean, no copian. Quienes piensan, no obedecen. Enseñar es enseñar a dudar”. Ya no se trata de estructuras locales, cerradas y estáticas, sino de un sistema global abierto y en continua evolución, movido por el ritmo trepidante que le impone el progreso de las comunicaciones y la aceleración de los intercambios de todo tipo.
Educación, según las recomendaciones de la Comisión Jacques Delors, para aprender a ser, a conocer, a hacer, a vivir juntos. Para la interacción, para el enriquecimiento recíproco, para el respeto a los demás. Educación para aprender a emprender, para aprender a atreverse. Educación para el respeto a los demás, para una relación de total confianza y amorosa con los progenitores, de fraternidad con los familiares.
La educación para la paz es un campo específico pero forma parte del desafío educativo propio de una “aldea global” asimétrica, cuyas disparidades en lugar de reducirse se están ampliando. Millones de niños y jóvenes no acceden a los niveles mínimos de aprendizaje en muchos países del mundo. La educación para la paz debe incluir la educación para la democracia, la justicia, el desarme, los derechos humanos, la tolerancia, el respeto a la diversidad cultural, la preservación del ambiente, la prevención de los conflictos,  la reconciliación, la no violencia y la cultura de paz. Para hacer posible la transición histórica de la razón de la fuerza a la fuerza de la razón.
La educación es un proceso de participación en el cual debe desarrollarse la capacidad crítica,  esencial para los nuevos ciudadanos del mundo. La educación para la paz debe enseñar a encontrar soluciones a los conflictos, a la guerra, a la violencia, al terrorismo, a la explotación de género, a combatir el daño ambiental y oponerse a todo lo que sea contrario a la vida y a la dignidad humana. Hay que aprender a comportarse para favorecer la transición de una cultura de guerra a una cultura de paz, de la fuerza a la palabra. La educación tiene que proporcionar conocimientos y capacitaciones para que los ciudadanos entiendan el complejo mundo en el que viven, lo gestionen democráticamente, usen equilibradamente los recursos  naturales y construyan y defiendan un sistema de valores en el que estén integrados la tolerancia, la justicia, el respeto a las diferencias. Es decir, la paz y no la violencia, desoyendo el famoso adagio de “si quieres la paz prepara la guerra”.
Los Estados son los actores políticos que deben asumir y articular estos planes, pero es la sociedad civil a través de sus múltiples formas la que debe influir a través de una intensa participación democrática, para que se adopten las medidas correspondientes con la rapidez exigible.
Está claro,  para el  buen entendedor, que el gran problema que nos acosa no es de diferencia sino de indiferencia, no del reconocimiento de la igual dignidad sino del supremacismo y el racismo. Educación es ser independiente (que no “indiferente”, que añadiría Ángel Gabilondo, que sabe muy bien de qué se trata y de lo que supone, en los distintos grados, impulsar el proceso educativo). Lo más preocupante es cómo germinan aquí y allá semillas de racismo, de fanatismo, de dogmatismo… sin que nadie parezca acordarse de lo que sucedió en los año 1933 a 1939… Una gran mayoría de la ciudadanía se halla  siguiendo aturdida y obsesionada a sus equipos de fútbol o atenta en exclusiva al pasado inmediato y al presente, con reivindicaciones que, fundamentadas con frecuencia en torpezas de los que han gobernado a uno y otro lado, tendrían cabida en situaciones de menor apremio, sin darse cuenta de que ahora las generaciones jóvenes y venideras son las únicas que merecen atención para conseguir mantener el mundo a flote y asegurarles una vida en condiciones aceptables.
La educación debe proporcionar a todos conciencia global. Es un aspecto crucial: el prójimo puede ser próximo o distante. Y el cuidado del entorno no debe limitarse a lo más cercano sino que debe extenderse, porque el destino es común, a todo el planeta.  Educación, “conducir” el maravilloso misterio de la vida siendo capaces de  aproximarse a los demás, de “a-projimarse”, recorriendo todos los trechos “con el amor a cuestas”, como recomendó Miguel Hernández.

Mirar con ojos de otros. Federico Mayor Zaragoza

enero 24, 2020

Hermoso Poema escrito en Florencia 27 de octubre 2005

 

Mirar con ojos de otros…

con otros ojos.

Ya es hora

de vernos

nosotros mismos,

como somos

y como aparecemos

Si no observamos

la realidad

desde todos los ángulos

y logramos saber

cómo es exactamente

seguiremos siendo incapaces

de cambiarla.


¿Jueces progresistas y conservadores? ¡Qué disparate! Federico Mayor Zaragoza

enero 23, 2020

 

Tan disparate como imaginar a científicos y  médicos de izquierdas o de derechas en el ejercicio de su profesión. Desde un punto de vista personal, cada ser humano puede ser lo que juzgue más pertinente, haciendo pleno ejercicio de su libertad, siendo de una ideología u otra, de una creencia u otra… pero desde el punto de vista profesional, NO. El científico debe actuar guiado exclusivamente por el conocimiento permanentemente verificado y contrastado. Igual sucede con el médico y con tantas otras profesiones, que se basan en aplicar con la máxima diligencia e imparcialidad la ciencia y tecnología más avanzada… sea cual sea el partido político en que se milita, sea cual sea su visión social y trayectoria humana.
Y, sobre todo, un juez –cuya representación es la de una balanza con los platillos exactamente situados al mismo nivel y los ojos vendados- tiene como misión suprema aplicar la ley, sin atender a influencias de índole alguna. Si considera que una ley debe mejorarse está en su mano y forma parte de sus competencias proponerlo a las instancias legislativas. Pero “interpretar” la ley en virtud de su sesgo político o de otra naturaleza es indebido e intolerable. Constituye un delito antidemocrático.
Esperemos, pues, que las mujeres y hombres que ocupan tan alta misión sean excelentes y adecuados agentes de justicia, sin las lamentables connotaciones actuales de “conservadores” o “progresistas”.

10 años después de la 1ª Marcha Mundial por la Paz

enero 6, 2020

Después de viajar desde Nueva Zelanda a Argentina, atravear 5 Continentes, contactar con personas de distintas étnias.culturas-religiones-pensamiento soy consciente de la responsabilidad que tengo respecto al futuro que anhelamos para el ser humano.

Hemos descubierto las carencias de nuestros hermano. Si en un principio eran la guerra y las armas nuclaeares nuestra preocupación, nestro encuentro con las personas nos descubrió ausencias básicas que es preciso subsanar, las que conforman los derechos básicos, los que la Carta de los Derechos Humanos proclama como elementales para que todas las personas puedan vivir con dignidad.

Pobreza absoluta en India y África. Carecia de higiene. Enfermedades prescindibles, epidemias. Carencia de Educación. Los niños utilizados para tabajar en lugar de ir a la escuel- Mujeres maltratadas.

Nos olvidamos de las Armas nucleares y optamos por los derechos de la ciudadania, entre los cuales los indigenas y sus culturas milenarias. Como afirma Federico Mayor Zaragoza al que representé a lo largo de aquellos 105 dias y a su Fundación Cultura de Paz: ha llegado la hora de que hombres y pueblos alcemos la voz, rompamos el silencio. Debemos exigir a quienes ostentan el poder, que hombres y mujeres sean reconocidos por su nombre, con sus Derechos y Deberes para que juntos, podamos dibujar un futuro en Libertad y conquistar el mundo de LOS SERES HUMANOS TODOS…

Nada de lo que propusimos ha sido aceptado. Miren la TV lean periódicos, pura vergüenza ajena. Peleas entre políticos por un escaño en el Parlamento, intento de destitución de nuestro Presidente en Catalunya. Los pobres cada dia más pobres mientras que unos pocos lo dominan todo: poder-economía-trabajo. Mis recuerdos-vivencias los plasmé en un libro Caminos de Paz. Editorial Milenio.

¿Saben? Me siento dolida, ajena a este mundo que juntos hemos permitido configurar… El Silencio mata, es peor que las armas

 


“¡Order!” Urgente establecimiento nuevo orden mundial. Federico Mayor Zaragoza

enero 3, 2020

Urgente establecimiento de un nuevo orden mundial al celebrarse el 75 aniversario de las Naciones Unidas

“¡Order!”, exigía a la Cámara de los Comunes, con voz recia y firme, el insólito y eficiente speaker John Bercow. Y a todos nos confortaba observar que los tan diversos como en varios casos extravagantes representantes de los pueblos del Reino Unido guardaban la compostura necesaria para cumplir las funciones a ellos encomendadas.
Ha llegado ahora el  momento de que seamos “Nosotros, los pueblos” -como tan lúcida como entonces prematuramente se inicia la Carta de las Naciones Unidas- los que, con los ojos puestos en las generaciones venideras, reclamemos “order” a los gobernantes del mundo en su conjunto, porque nos hallamos, por primera vez en la historia, ante amenazas globales potencialmente irreversibles, de tal modo que si no logramos reconducir rápidamente las actuales tendencias, se alcanzarían puntos sin retorno en la propia habitabilidad de la Tierra.
Desde hace décadas, los científicos venimos insistiendo en la necesidad imperativa de que la economía asegure el pleno ejercicio de los derechos inherentes a todos los seres humanos sin excepción y que el consumo no tenga lugar en detrimento de la naturaleza y de la calidad de vida.
Desde mediados del siglo pasado, la UNESCO creó la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, los programas internacionales geológico, hidrológico y oceanográfico y, al poco tiempo, “El hombre y la biosfera”…y el Club de Roma, animado por el clarividente Aurelio Peccei, advertía ya en 1972 sobre “los límites del crecimiento”… y la Academia de Ciencias de los Estados Unidos ponía de manifiesto en 1979 que no sólo las emisiones de gases con “efecto invernadero” aumentaba sin cesar sino que, todavía peor, la capacidad de recaptura de las aguas marinas disminuía por la continua lesión del fitoplancton por los vertidos y lavados de los tanques de los petroleros en altamar, en lugar de utilizar las instalaciones portuarias oportunas…
El “gran dominio” (militar, financiero, energético y mediático) no sólo desoía los apremiantes llamamientos de instituciones especializadas en ecología, basadas en el rigor científico, sino que -auténtico delito- se crearon poderosas fundaciones para que “pseudocientíficos” a sueldo declararan lo contrario.
Y todo ello en un momento histórico en que el neoliberalismo, de la mano del Presidente Reagan y de la Primer Ministra Thatcher, iniciaba un largo proceso de marginación del multilateralismo democrático -al cual, desde 1919, con la Liga de Naciones, el Partido Republicano de los EEUU ya había puesto de relieve su frontal rechazo- desafiando los ámbitos de competencia de casi 200 países, se pusieron las riendas de la gobernanza planetaria en manos de un grupo oligárquico y plutocrático, el G6, que al igual que los G7, G8 y G20 en los que se transformó sucesivamente, consistía en realidad en un solo poder: el del G1 norteamericano. Se inició de este modo la deriva a la que hoy tenemos que hacer frente a escala mundial con el apremio adicional de tener que paliar fenómenos desbridados como el del cambio climático. Es insoslayable que, como se decidiera por la Unión Europea en Lisboa en el año 2000, las medidas correctoras de la economía y de los gravísimos desequilibrios sociales “se base en el conocimiento”.
A pesar de que, con el fin de iniciar con buenos augurios el nuevo siglo y milenio se habían producido en la década de los 90 importantes referentes-hojas de ruta, como  “La Carta de la Tierra”, “La Declaración y Programa de Acción sobre una Cultura de Paz”, “La Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea”, la Resolución de la UNESCO sobre “Responsabilidades con las generaciones venideras”… a pesar del fin del abominable racismo apartheid por la mágica intervención de Nelson Mandela y de la igualmente sorprendente conversión de la Unión Soviética en una Comunidad de Estados Independientes, gracias al inverosímil Mikhail Gorbachev… a pesar de la feliz existencia de líderes de extraordinaria notoriedad en Europa, América Latina y Asia… a pesar de que, por fin, gracias a la tecnología digital, miles de millones de seres humanos “inadvertidos” porque nacía, vivían y morían en unos kilómetros cuadrados sin saber lo que acontecía más allá de su entorno inmediato, pasaran a poder ejercer como “ciudadanos del mundo” y, lo que es más relevante, a expresarse libremente, confiriendo voz  a los pueblos hasta entonces silenciosos, temerosos, obedientes, sumisos… a pesar, sobre todo, de que la mujer, desde el origen de los tiempos sometida al poder absoluto masculino se afianzara progresivamente en el escenario  público hasta alcanzar total pie de igualdad y poder convertirse, en palabras de Mandela, en la “piedra angular de la nueva era”… a pesar de que la juventud iniciaba pacíficamente -el 15 M y los viernes “climáticos” como símbolo- la reclamación de horizontes esclarecidos para su vida…
… A pesar de cuanto antecede, los albores del siglo XXI han estado marcados por el poder avasallador de los “mercados”, por la privatización descontrolada, por la influencia progresiva de unos medios de comunicación que convierten a los seres humanos en espectadores abducidos en lugar de actores dispuestos a defender sus principios, por el abuso de una tecnología que, bien administrada, puede servir para encausar tantos desbordamientos actuales…
Sin cesar, sin los menores escrúpulos, los grandes “magnates” de la Tierra han conseguido globalizar la insolidaridad, la indiferencia, la ignorancia, la irresponsabilidad… Han basado en la simulación y en la mentira la invasión de Irak, y no han permitido que las Naciones Unidas procurasen las soluciones adecuadas a conflictos como los que siguen trágicamente en Siria y Yemen… así como ofreciendo otras alternativas a las que se ofrecieron por los “países dominantes” en el caso de la “primavera árabe”.
En otoño de 2015 se produjo, gracias al Presidente Obama, que ya había resuelto favorablemente situaciones muy peligrosas como las concernientes a Irán, se llegó a un Acuerdo en París, en el marco de la ONU, sobre medidas para moderar el cambio climático -¡hasta el Papa Francisco hizo una “encíclica ecológica”!- y suscribió, con los países más poblados de la Tierra, la Resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para “transformar el mundo”.
Todo parecía ¡ya era hora! bien reordenado, trasladando las riendas de la gobernanza global al multilateralismo democrático, con el simultáneo decaimiento de los grupos plutocráticos… hasta que, a los pocos meses, es elegido Presidente de los Estados Unidos Donald Trump que a las pocas horas proclama “America, first” y anuncia que no va a poner en práctica los Acuerdos de París ni la Agenda 2030.
Y estas infaustas decisiones no reciben -¡en la era del antropoceno!-  la inmediata oposición de otros líderes mundiales… porque, contrariamente a lo que había sucedido a finales de siglo, estos líderes no existen actualmente.
En los cuatro años transcurridos desde 2015, la situación a escala mundial se ha deteriorado y, en algunos aspectos, como la ecología, se están alcanzando límites que no deben traspasarse. Miremos donde miremos: América Latina, con Brasil, Chile, Bolivia, Colombia…; el continente africano, con Libia…; el mundo árabe, con Siria…; o hacia el este…
¡Al cumplirse los 75 años de la creación de las Naciones Unidas  por el Presidente Roosevelt, sólo aparece una solución, como en 1945, para hacer frente a los múltiples y complejos problemas actuales: el multilateralismo, el “Nosotros, los pueblos”… El que los 196 países se reúnan, debatan y decidan, con voto ponderado, sobre las apremiantes medidas que es inaplazable adoptar… sobre la eficaz puesta en práctica de los ODS, sobre un nuevo concepto de seguridad que asegure no sólo la defensa de los territorios sino de quienes los habitan. No me canso de repetir que es intolerable que cada día se inviertan en armas y gastos militares más de 4000 millones de dólares al tiempo que mueren de hambre y de pobreza extrema millares de seres humanos, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad.
En el mes de octubre de 2020, al cumplirse el 75 aniversario de las Naciones Unidas, debe ser los grandes clamores populares -sobre todo de las mujeres y de la juventud- los que deben llevar a cabo la gran inflexión histórica de poner en manos de la democracia multilateral la gobernanza del mundo, los que den la voz de “¡order!” frente a la turbulenta situación actual del mundo.

“Ciencia y sociedad: una visión científica para un futuro diferente”. Federico Mayor Zaragoza

noviembre 5, 2019
Este es el título de la I Conferencia de la AEAC (Asociación Española para el Avance de la Ciencia) que se celebrará los días 5 y 6 de noviembre en Madrid. Ha llegado el  momento –que la  irreversibilidad potencial hace apremiante- de reducir las sombrías tendencias actuales propias de la deriva neoliberal que ha sustituido el multilateralismo por la plutocracia (grupos G7, G8, G20), ha favorecido una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra (todos debemos ser conscientes de que cada día se invierten más de 4000 millones de dólares en armas y gastos militares al tiempo que mueren de hambre miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad) y ha desoído los llamamientos de la comunidad científica para la oportuna adopción de medidas contra el cambio climático y la puesta en práctica sin dilación de los ODS ( Objetivos de Desarrollo Sostenible, Agenda 2030) adoptados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en noviembre de 2015 “para transformar el mundo”.
Hasta hace poco, la inmensa mayoría de la  humanidad se hallaba sometida a un poder absoluto masculino que imponía el perverso adagio de “si quieres la paz, prepara la guerra”. Y los seres humanos, incapaces de ver más allá de su entorno inmediato, eran obedientes, temerosos, silenciosos… El “gran dominio” (financiero, energético, militar, mediático) ha impuesto sus designios y, progresivamente, el supremacismo, la insolidaridad, la codicia, la indiferencia… se han globalizado.
Ahora, por fin, podría convertirse en realidad el protagonismo que  la primera frase de la Carta de las Naciones Unidas asigna a “los pueblos”. En 1945 era prematuro: todo fueron Estados y hombres en lugar de “pueblos”. Pero ahora hace tres décadas que, con la tecnología digital, los seres humanos saben lo que acontece y, sobre todo, pueden expresarse libremente. Los pueblos ya tienen voz. Y voz no sólo masculina sino también femenina porque la mujer, progresivamente, está alcanzando, en total pie de igualdad, el lugar y el ejercicio de las funciones que le corresponden.
La sociedad ya se halla ahora facultada para tomar en sus manos las riendas del destino común y hacerlo con la fuerza de la razón y no con la razón de la fuerza, con la fuerza de la palabra, germinando la cultura de paz en donde siempre lo hizo la cultura de la guerra, y favoreciendo la solidaridad, las manos abiertas y nunca más alzadas ni armadas.
Ahora ya podemos unir las voces y hacer frente al “gran dominio” con inmensos clamores populares, tanto presenciales como, particularmente, en el ciberespacio. El silencio puede ahora convertirse en el cómplice de la inacción y de la degradación de la calidad de vida. Delito de silencio. Corresponde a las comunidades académica, científica, artística, literaria, intelectual en suma, liderar la movilización ciudadana y llevar a cabo, antes de que sea demasiado tarde, los cambios radicales que son exigibles. Es urgente el mayor número posible de entidades en este Acuerdo para favorecer esta inflexión que, de otro modo, no tendrá lugar. El texto completo del Manifiesto puede hallarse en https://aeac.science/pacto2019/ .
Con mucha dificultad –por el cambio abrupto que representa- la gente se ha ido dando cuenta de que los retos globales requieren respuestas globales y, con mayor dificultad todavía si cabe, de la irrelevancia cuantitativa de la mayoría de países y asociaciones regionales que, como sucedió en Europa hace unos años, pueden representar, no obstante, un gran valor cualitativo (democracia, derechos humanos universales, solidaridad, fomento de la ciencia y la innovación…).
Es inaplazable un nuevo concepto de seguridad que atienda no sólo a la defensa de los territorios sino de las necesidades básicas de los seres humanos que los habitan (alimentación, agua potable, servicios de salud, cuidado del medioambiente, educación). Y un nuevo concepto de trabajo que dé servicio a la sociedad en su conjunto, de tal modo que el progreso científico no actúe en detrimento sino muy a favor de la dignidad de cada ser humano.
Los tiempos actuales se caracterizan por ser convulsos y llenos de sobresaltos. La crispación se contagia y el nivel de autocontrol disminuye. La espiral de protesta se acelera porque representan a sociedades progresivamente conscientes que se movilizan porque aspiran a otro nivel de vida, a otro estilo de vida y a otro futuro. En especial se han movilizado los jóvenes ante la urgencia de medidas que mitiguen el cambio climático, y también las mujeres reclamando igualdad y más oportunidades de ser protagonistas de la historia.
La ciencia debe ayudar al ciudadano para que no quede a merced de unos grandes consorcios internacionales y de unos pocos gobiernos. El difícil equilibrio radica en cómo gestionar social y éticamente la ¿inevitable? Globalización.
Es imprescindible no confundir educación con capacitación, conocimiento con información e información con noticia. Es, pues, preciso, verificar bien las informaciones tan rápidamente asequibles en la actualidad, para que, en breve plazo, la humanidad sea capaz de que sean los conocimientos y no los intereses los que orienten la brújula del mañana.
Hace  un año y medio, un grupo de científicos y ciudadanos creamos la Asociación para el Avance de la Ciencia, AEAC, como un movimiento cívico que plantea la aplicación del método científico al análisis de la realidad y de los retos globales que tiene planteados esta generación. En la conferencia que se va a celebrar próximamente, se plantean temas como: ¿de qué forma actuar frente a la emergencia climática?; la dinámica / equilibrio ciudades y el medio rural; servicios sanitarios de calidad como gran prioridad…
Deseamos unirnos  a la mayor brevedad posible con otras asociaciones y federaciones nacionales e internacionales para, bien unidos y concertados, poder reaccionar a tiempo y favorecer el “cambio de rumbo y nave”, como tan lúcidamente recomendó José Luis Sampedro.
Invitamos a todos a unirse a este movimiento ciencia-sociedad que nos permitirá alinearnos con los Objetivos de Desarrollo Sostenible patrocinados por la ONU como esenciales si queremos transmitir a nuestros descendientes un futuro mejor que nuestro presente.

30 aniversario de la Convención Internacional de los Derechos del Niño. Federico Mayor Zaragoza

octubre 27, 2019

Hay que difundirla, hay que proclamar la apremiante necesidad  de su puesta en práctica como prioridad personal y colectiva para hacer frente a los desafíos globales –algunos potencialmente irreversibles- que la deriva neoliberal y su gobernanza plutocrática (G7, G8, G20) ha planteado a la humanidad en su conjunto.
Cada niño es el patrimonio supremo a proteger, a prevenir, a remediar. Sólo si logramos incorporar esta implicación en la “hoja de ruta” del comportamiento cotidiano de todos será posible superar los sombríos vaticinios que se ciernen sobre una ciudadanía mundial que el “gran dominio” (militar, financiero, energético, mediático) mantiene distraída y atemorizada, con informaciones que en gran medida requieren verificación y que, en lugar de promover “actores muy activos” procuran espectadores impasibles…
En lugar de la globalización del compromiso social, se ha globalizado la indiferencia. En lugar de incrementarse la ayuda al desarrollo, se ha alcanzado la más inconcebible y manifiesta insolidaridad.
Hasta hace poco, lo seres humanos no podíamos expresarnos libremente. Pero ahora, gracias a la tecnología digital, la gente ya sabe lo que acontece y puede manifestar su opinión. Y, sobre todo, la mujer se incorpora progresiva y rápidamente, en el plano de total igualdad que le corresponde, al escenario público. Desde el origen de los tiempos, la humanidad ha vivido sometida a un poder absoluto masculino, basado en la razón de la fuerza. “Si vis pacem, para bellum” (si quieres la paz, prepara la guerra). La inmensa mayoría de los seres humanos nacían, vivían y morían en unos kilómetros cuadrados, y no sabían más que lo acontecía en su entorno inmediato. Eran obedientes, silenciosos, sumisos. Ahora, en pocos años, el panorama se ha modificado sustancialmente, de tal modo que el silencio se convierte en cómplice y delito.  Es inaplazable –porque mañana puede ser tarde- actuar de tal manera que seamos capaces de cambiar “de rumbo y nave”, según la lúcida expresión de José Luis Sampedro.
El inmenso poder mediático hace que una gran proporción de “Nosotros, los pueblos” se halle abducida por temas y espectáculos que la mantienen inactiva, distraída, sin implicación, sin intervenir, sin comprometerse.
Es especialmente inadmisible que las comunidades académica, científica, artística, literaria, intelectual, en suma, sigan sin liderar la movilización popular. En los últimos años, por fortuna, son la mujer y la juventud los que asumen responsablemente las funciones que les corresponden.
No me canso de recordar que todos los días se invierten en armas y gastos militares más de 4000 millones de dólares al tiempo que mueren de hambre y de pobreza extrema miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad. Pero a los que se guían exclusivamente por el PIB, por el índice de crecimiento económico y no de desarrollo humano, estas noticias no les conmueven. Por ello, en estos momentos tenemos que añadir que la sustitución de la razón de la fuerza por la fuerza de la  razón, la plena incorporación de la palabra en lugar de los cañones para la solución de los conflictos es insoslayable porque, si se siguen desoyendo estos argumentos, se producirá un deterioro tal en la habitabilidad de la Tierra que ya no podremos garantizar una vida digna a nuestros descendientes, a las generaciones venideras. Esta es hoy la gran responsabilidad, esta es  hoy la gran apelación.
Desde mediados del siglo pasado, la UNESCO ya proclamó que era preciso tener muy en cuenta la relación hombre-biosfera. Y creó un Programa específico sobre esta cuestión, y grandes proyectos internacionales hidrológicos, geológicos y oceanográficos. A principio de la década de los 70, el Club de Roma, con su fundador Aurelio Peccei al frente,  advirtió de la necesidad de “limitar el crecimiento”. Y en 1979, la Academia de Ciencias de los Estados Unidos puso de manifiesto que no sólo las emisiones aumentaban a un ritmo inaceptable sino que la recaptura del anhídrido carbónico por parte de los océanos estaba disminuyendo, debido a que los barcos transportadores de petróleo lavaban sus tanques después de la destilación en alta mar, en lugar de utilizar las instalaciones portuarias adecuadas. La reacción fue contraria a la deseable: se constituyó una gran Fundación Exxon-Mobile para demostrar “científicamente” lo contrario…
Oídos sordos. Oídos sordos sobre todo  del Partido Republicano de los Estados Unidos, que nunca ha sido partidario del multilateralismo, cuando los problemas globales no pueden resolverse más que con medidas globales. Hace un siglo, en 1919, impidió que la Liga de Naciones, creada por el presidente demócrata, Woodrow Wilson, fuera eficaz y evitara un nuevo conflicto, porque consiguió -¡qué atroz incoherencia!- que Estados Unidos no formara parte de la misma. Y así fue posible todo lo que sucedió en el corazón de Europa en los años 20 y 30, los brotes de supremacismo, de fanatismo, de xenofobia… que desembocaron en la segunda guerra mundial.  En los años 80 concluye la “guerra fría”, la carrera armamentista entre las dos superpotencias que había ensombrecido la actuación del excelente diseño multilateral del Presidente Roosevelt, con unas Naciones Unidas dotadas de unas Organizaciones especializadas en las grandes prioridades de la alimentación, la salud, la educación, la ciencia y la cultura, el medioambiente, el desarrollo sostenible… y, especialmente en los niños. UNICEF, ha sido, sin duda alguna, y seguirá siendo, un gran motor de acción porque para la inmensa mayoría de la gente la palabra “niño” es la que lleva de forma inmediata a la participación, al compromiso personal…
¡Con la excepción del Partido Republicano de los Estados Unidos! Recuerdo cuando en noviembre del año 1989, Jim Grant, el gran gigante de la cooperación internacional y fundador de UNICEF, me invitó –en calidad de Director General de la UNESCO a la sazón- a la solemne firma de la Convención Internacional sobre los  Derechos del Niño. En la Asamblea General de las Naciones Unidas, se reunió “todo el mundo”. Jim iba y venía saludando a Jefes de Estado, Reyes, Emperadores, Primeros Ministros… Nadie, nadie rehúsa participar en favor de la infancia. De pronto, pálido, consternado,  me indica que el Presidente de los Estados Unidos, George Bush padre, acaba de manifestar que no firmará la Convención. “¡Pero si nos hemos reunido aquí para esto, como usted sabe muy bien…!”. Fuimos muchos los que intentamos persuadir al Presidente, que se mantenía ilógicamente, absurdamente, en contra de firmar la Convención. Decidimos proponerle que firmara (¡no firmara!) en último lugar, como Presidente del Estado anfitrión, para no dar lugar a un seguimiento de su actitud por parte de otros países que no comprenderían cómo se les  había citado desde el otro lado del mundo para lo que allí estaba ocurriendo… Cuando  iba a comunicar que no firmaba empezamos a cantar: “We are the world, we are the children”… de tal manera que la mayor parte de asistentes no conocieron la noticia de que los Estados Unidos no habían suscrito la Convención hasta el día siguiente. Y siguen sin haber firmado, a pesar de los esfuerzos de Obama. ¡El único país del mundo que, por influencia del Partido Republicano, no ha suscrito la Convención!
En otoño de 2015, los Acuerdos de París  sobre el Cambio Climático y la adopción por las Naciones Unidas de los Objetivos sobre Desarrollo Sostenible “para el progreso del mundo”, representaron una pausa de esperanza a escala mundial… hasta que, inmediatamente después de su nombramiento, el insólito Presidente Donald Trump anunciara que no pondría en práctica estos acuerdos… y que lo único importante era ¡más dinero para defensa! Los G7 ratificaron inmediatamente esta petición… pero ninguno se atrevió a decirle al Presidente Trump que debía cumplir los compromisos internacionales refrendados por su antecesor.
Es ahora, pues, apremiante, refundar el  multilateralismo, poner en mano de todos los países y no de seis, siete o veinte la gobernanza mundial. Y hacerlo con urgencia, teniendo en cuenta nuestras responsabilidades intergeneracionales. El 17 de diciembre de 1998, el formidable “Máximo” publicó en “El País” la viñeta que ahora se reproduce. Está claro que debemos procurar invertir los tamaños para alcanzar un gran Pacto Mundial por la Infancia, de acuerdo a las directrices de la Convención.
Sólo en la medida en que pongamos en marcha  un nuevo concepto de seguridad basado en las prioridades antes indicadas de las Naciones Unidas seremos capaces de reconducir  la actual deriva a escala global. Y no me cabe duda alguna de que el mejor aldabonazo es siempre el que lleva la imagen de una niña o de un niño. Esto es lo que el Comité Español de UNICEF ha puesto de manifiesto para conmemorar el 30 aniversario de la proclamación de los Derechos de la Infancia: la reacción popular, ahora ya posible presencial y en el ciberespacio, deberá ser liderada por este convencimiento. He repetido con frecuencia aquella frase maravillosa de Eduardo Galeano en que una niña, al bajar del autobús de una excursión escolar que le llevaba por primera vez a ver el mar, tiró de la falda de la maestra y le dijo: “Maestra, ayúdeme a mirar”. Ahora son los niños los que deben ayudarnos a mirar a quienes tenemos la responsabilidad de llevar a efecto un cambio radical de la situación actual, de refundar un Sistema multilateral y eliminar todas estas fórmulas inoperantes y tendenciosas, de tal modo que podamos en breve plazo ser “Nosotros, los pueblos” los que, de la mano de los niños, sepamos recorrer iluminados caminos del mañana.

Gran movilización ciudadana viernes, 27 de septiembre de 2019. Federico Mayor Zaragoza

septiembre 27, 2019

en la lucha contra el cambio climático y la puesta en práctica inaplazable de la Agenda 2030 para “transformar el mundo”.

El futuro ya está aquí. Constituye una responsabilidad ineludible y apremiante atajar el progresivo deterioro de las condiciones ecológicas, de la habitabilidad de la Tierra.

“¡Implicaos!” fue el grito – mensaje final de Stephan Hessel. “Tendréis que cambiar de rumbo y nave”, apostilló José Luis Sampedro. Pues bien, ha llegado el momento en que, por fin, los jóvenes están levantando la voz y se están implicando. Podemos sentirnos esperanzados porque el cambio de “rumbo y nave” está empezando.

Ante este momento de inflexión histórica que estamos viviendo me viene a la memoria mi encuentro con Indira Gandhi a principios de los años 80 con motivo de la presentación del programa de “Investigación y necesidades humanas” que la UNESCO iba a iniciar en Madrás con la colaboración de la Academia de Ciencias Nacional de la India y otras importantes representaciones de otros continentes. Me pidió que la acompañara mientras pasaba entre hombres y mujeres, niños y niñas sentados en el suelo que le presentaban sus peticiones en pequeños manuscritos. Al terminar este “contacto con su gente” –dicen que los leía con detenimiento y procuraba atender las peticiones que le formulaban- mantuve una larga entrevista con ella. Al final, me dijo: “Me parece muy interesante la reunión que van a tener y los programas que están desarrollando. Creo que efectivamente es el conocimiento el que puede resolver la mayor parte de los problemas. Pero, por favor, envíeme una solución después de la reunión en Madrás porque -exclamó sonriendo- de diagnósticos, por certeros que sean, voy ya muy sobrada…”.

Nunca lo olvidaré. Nunca deberíamos olvidar lo que me dijo Indira Gandhi aquel día. Porque lo que se necesitan, ciertamente, son soluciones, son pasos hacia el diseño del nuevo mundo que anhelamos.

Es por eso que el clamor de los jóvenes que estamos empezando a oír es tan importante. Basta ya de palabras, es tiempo de acción. Es tiempo de soluciones. No más “diagnósticos”… Es tiempo de ejecutar sin dilación la Agenda 2030 y los 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) adoptados por las Naciones Unidas en noviembre de 2015 y los Acuerdos de París, el mismo otoño, para luchar contra el cambio climático y los procesos irreversibles que comporta.

Es el momento de dejar de ser espectadores y pasar decididamente a ser actores de nuestra vida y de oír a los científicos y fiarnos de ellos para adaptar nuestro comportamiento cotidiano, nuestro estilo de vida… con los medios de transporte adecuados, con fuentes renovables de energía… y, sobre todo, con un nuevo concepto de seguridad que reduzca al mínimo los inmensos gastos militares y de armamento, pudiendo hacer las inversiones necesarias para el cuidado de la Tierra y para las grandes prioridades, propias de un desarrollo global sostenible y humano: alimentación, agua, salud, medio ambiente, educación y paz…

Una gran mayoría de ciudadanos, especialmente los jóvenes y las mujeres, liderados por Greta Thunberg, están tomando las calles para reclamar atención al gran desafío que representa la adecuada conservación del medio ambiente, la calidad de vida. Nuestra responsabilidad intergeneracional deberá pasar con apremio al primer plano.

El otro mundo posible que anhelamos y merecemos es hoy, todavía, posible. La movilización ciudadana debe llenarnos de esperanza.


21 de septiembre, Día Internacional de la Paz. Federico Mayor Zaragoza

septiembre 20, 2019

 

“Si quieres la paz, sé tú el cambio”,
 Mahatma Gandhi.
“Nosotros, los pueblos”.  Así se inicia la Carta de las Naciones Unidas.  No se refiere a los Estados y a los gobiernos.  Son “los pueblos”, es la sociedad civil la que debe tener el papel que le corresponde. “Nosotros, los pueblos… hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra”.  Es la mejor expresión del multilateralismo democrático, única fórmula de gobernación mundial que puede eliminar a los grupos plutocráticos impuestos por el neoliberalismo que han derivado en una crisis sistémica de hondo calado.
El preámbulo del Acta Constitutiva de la UNESCO establece que “la terrible guerra que acaba de terminar no hubiera sido posible sin la negación de los principios democráticos de la dignidad, la igualdad y el respeto mutuo de los hombres, y sin la voluntad de sustituir tales principios, explotando los prejuicios y la ignorancia, por el dogma de la desigualdad de los hombres y de la razas… La amplia difusión de la cultura y la educación de la humanidad para la justicia, la libertad y la paz son indispensables a la dignidad del hombre y constituyen un deber sagrado que todas las naciones han de cumplir con un espíritu de responsabilidad y de ayuda mutua;…la paz debe basarse en la solidaridad intelectual y moral de la humanidad”. La igual dignidad humana, constituye el punto de referencia ético de unos principios democráticos que permitan “asegurar el respeto universal a la justicia, a la ley, a los Derechos Humanos y a las libertades fundamentales que, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión, la Carta de las Naciones Unidas reconoce a todos los pueblos del mundo”.
En estos momentos la tolerancia se hace aún más necesaria y se convierte en un factor indispensable para que la convivencia pacífica sea posible. La Declaración de la Tolerancia  que  propuse precisamente con motivo de la celebración del 50 aniversario de las Naciones Unidas y de la UNESCO en 1995 debe ser, hoy más que nunca, la “hoja de ruta” a seguir.   La palabra tolerancia se presta a confusión. La tolerancia no es magnanimidad ni indulgencia ni se refiere a sentimientos de que algo pueda ser tolerable o intolerable. Consiste básicamente  en saber aceptar las maneras de pensar, los modos de vida, las creencias y las ideologías de los otros.
Hoy, gracias en buena medida a la tecnología digital, son muchos los seres humanos que pueden expresarse libremente,  que saben lo que acontece y, sobre todo, la mujer, marginada durante siglos, se halla en camino de desempeñar, en muy pocos años, el importante papel que, en plano de completa igualdad, le corresponde. En muy pocos años -por eso estamos viviendo momentos fascinantes- se van produciendo cambios muy sustantivos y la capacidad de decisión de la mujer, con las facultades que le son inherentes, está por fortuna incrementándose. Por fin es posible contar con las voces de la mujer y de la juventud, presenciales y en el ciberespacio, para propiciar los cambios esenciales y apremiantes que son exigibles antes de que se alcancen puntos de no retorno.
Hoy más que nunca tenemos que despertar en la gente joven la convicción de que es posible superar los obstáculos e inventar un futuro distinto. La humanidad hace frente, por primera vez en su historia, a procesos potencialmente irreversibles, lo que imprime un especialísimo vigor y rigor a las medidas que deben adoptarse para no alterar –lo que constituiría un histórico error- la calidad del legado intergeneracional.
Hoy, por primera vez en la historia, son posibles múltiples transiciones.  Tenemos una conciencia planetaria; el número de mujeres en la toma de decisiones se incrementa, y los medios de comunicación digitales permiten, rápidamente, que los seres humanos pasen de ser invisibles a visibles, de anónimos a identificables.
Las comunidades científica, académica, artística, literaria, intelectual en suma, deben, conscientes de la gravedad de la situación y las tendencias, liderar la reacción popular en favor de la igual dignidad de todos los seres humanos.
Hay repuntes muy recientes que pueden ser de gran interés y que nos deben llenar de esperanza, como esas medidas que se adoptaron en el otoño de 2015 dando respuesta a la gravedad de las amenazas globales de un mundo en manos de irresponsables. La Resolución de 21 de octubre de 2015 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, por la que se fija la Agenda 2030 con 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, se titula “Para transformar el mundo”. De inmediato se logró en París la firma de los Acuerdos sobre Cambio Climático convencidos de que era imprescindible, pensando en nuestros descendientes, actuar de forma inaplazable.
Así mismo, se hace evidente la necesidad de un nuevo concepto de seguridad en que, junto a la de los territorios, se tenga en cuenta la alimentación, salud, educación, cuidado del medio ambiente… de los que habitan estos territorios.
Ha llegado el momento del cambio y la autoestima. Ha llegado el momento de alzar la voz con tanta serenidad como firmeza. Ha llegado el momento de la emancipación ciudadana, de los pueblos libres. Nos hemos preparado para la guerra… y hemos hecho, lógicamente, aquello para lo que estábamos preparados. Ahora, está claro que queremos, en estos albores de siglo y de milenio, cambiar radicalmente de actitud y de pauta: “Si quieres la paz, contribuye a construirla con tu comportamiento cotidiano”.
Paz. La paz sea contigo. Paz en uno mismo, en casa, en la escuela, en el lugar de trabajo, en la calle, en la aldea, en la ciudad. Paz a todos. Paz en la Tierra. Este es el más profundo anhelo humano desde el origen de los tiempos, inhacedero por el poder basado en la imposición y en la fuerza. Y esta paz sólo es posible si hay tolerancia y respeto.
Todos deben sentirse implicados y beneficiados. No son temas de Gobierno sino de Estado, no de unos mandatarios sino de la sociedad en su conjunto (civil, militar, eclesiástica)… Todos deben contribuir a facilitar la gran transición desde la razón de la fuerza a la fuerza de la razón; de la opresión al diálogo; del aislamiento a la interacción y la convivencia pacífica. Pero, primero, vivir. Y dar sentido a la vida. Erradicar la violencia: he aquí nuestra resolución. Evitar la violencia y la imposición yendo a las fuentes mismas del rencor, la radicalización, el dogmatismo, el fatalismo. La pobreza, la ignorancia, la discriminación, la exclusión… son formas de violencia que pueden conducir –aunque no lo justifiquen nunca– a la agresión, al uso de la fuerza, a la acción fratricida.
Desde siempre, los seres humanos han intentado hallar puntos de referencia éticos que orientaran sus pasos, especialmente en los momentos en que el hecho ineluctable de la existencia incidía de forma más directa en la toma de decisiones. “Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamamiento a buscar un nuevo comienzo”.  Así se inicia el último capítulo de la Carta de la Tierra, titulado “El camino a recorrer”. 
Como establece la Carta de la Tierra, “para llevar a cabo estas aspiraciones, debemos tomar la decisión de vivir de acuerdo con un sentido de responsabilidad universal, identificándonos con toda la comunidad terrestre, al igual que con nuestras comunidades locales.  Somos ciudadanos de diferentes naciones de un solo mundo al mismo tiempo, en donde los ámbitos local y global, se encuentran estrechamente vinculados.  Todos compartimos una responsabilidad hacia el bienestar presente y futuro de la familia humana y del mundo viviente en su amplitud”. 
Sí, hoy es posible el “nuevo comienzo” al que se refiere la Carta de la Tierra: el por-venir está por-hacer.  Y, por primera vez en la historia, advertimos que es una tarea común.  Que podemos dejar de observar para actuar.  La memoria del pasado, sí, pero sobre todo del futuro.  Unamos voces y manos; tengamos avispados vigías en las torres de observación; anticipémonos a los acontecimientos inconvenientes para la especie humana.
Seamos capaces de actuar a tiempo, en especial en procesos potencialmente irreversibles. Cada ser único dotado de la exclusiva facultad de crear. Esta es nuestra esperanza.
De la razón de la fuerza a la fuerza de la razón. En pocos años, la era de la palabra, de la convivencia “fraternal” como establece el artículo 1º de la Declaración Universal, comenzará su andadura.

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