Cuando la marca “Ciudadanos” estaba en su fase inicial y los poderes fácticos del Estado todavía no habían apostado por ella, los jerarcas del PP se burlaban sottovoce de los jóvenes neofalangistas y tildaban a su cabeza de filas (Alberto Rivera) de “la chica del 17”.
Para la mayoría de la población esto no significaba absolutamente nada, pues desconocían las bases de tal calificación. La cosa viene de lejos, pues fue en 1929 cuando tres amigos (Fernández Boixader, Ruiz de Azagra y Duran Vila*) escribieron y compusieron al unísono un cuplé genuinamente madrileño con ese título.
En una de sus estrofas, el cuplé describía a “la chica del 17” con estas palabras:
La chica del 17 de la plazuela del Tribulete
nos tiene con sus toilettes revuelta a la vecindad.
La gente ya la critica
pues hace tiempo que no se explica
A dónde va la chica tan bien plantá.
Por eso a las vecinas les da por murmurar.
Y al verla tan compuesta le dicen al pasar:
Dónde se mete la chica del 17.
De dónde saca pá tanto como destaca.
Pero ella dice, al verlas en ese plan:
La que quiera comer peces que se acuerde del refrán.
La chica del 17 lleva zapatos de tafilete
sombrero de gran copete y abrigo de pedigrí.
Los guantes de cabritilla
Medias de seda con espiguilla
Y viste la chiquilla como en París.
Por eso a las vecinas les da por murmurar
Y al verle tan compuesta le dicen al pasar:
Dónde se mete la chica del 17…
Se asociaba la notoriedad sorprendente de Alberto Rivera, un desconocido del que sólo se sabía que había ganado un concurso estudiantil y cuya trayectoria académica en Esade había pasado desapercibida, a algo no identificado. De aquí el estribillo:
“De dónde saca pá tanto como destaca”.
Ahora que Ciudadanos ha alcanzado gran resonancia mediática, gracias al apoyo sin escrúpulos del Estado profundo, del oligopolio bancario y de las empresas de suministros básicos, que fueron públicas y luego privatizadas entre amigos y conocidos, es cuando retorna el citado estribillo.
Y no nos referimos al ciudadano Rivera, que mejor estaría haciendo de coacher para burguesas aburridas en un gimnasio del up Diagonal, sino a Inés Arrimadas, cuyo perfil se ajusta perfectamente al personaje del cuplé.
La señora Arrimadas es jerezana y tiene un excelente pedigrí familiar vinculado al régimen franquista, que en el fondo explica su descaro verbal. Se siente segura y dice lo que se le ocurre “porque usted no sabe con quién está hablando”. Desembarcó en Barcelona, donde su padre había ejercido como policía y colaborador de la Brigada Político-Social en la época de los hermanos Creix, y se instaló aquí un poco por azar, aunque podemos imaginar que en Jerez, con una tasa de paro del 33%, las oportunidades eran escasas, por mucho que fuera la hija de Rufino Arrimadas.
La chica era monina (como la mayoría de las chicas a su edad) y creó su círculo de amigos, casi todos afines a sus creencias y valores, que no eran otros que los de sus padres y hermanos, fieles votantes del PP, último reducto de su añorado Régimen.
Cuentan que un día acudió a un mitin de Ciudadanos y se quedó prendada, aunque no sabemos exactamente de qué. Quizás del ambiente, de la movida, de lo guapos y guapas que eran todos. Fue como un éxtasis, un subidón, un “flow”. Y se apuntó.
Hay una ley en psicología que dice que “la similitud percibida mejora la atracción”. Y fue así como el ciudadano Rivera conectó con la ciudadana Arrimadas. Y es que vistos juntos hacen muy buena pareja. Y especialmente cuando hablan y repiten la misma letanía de embustes y se quedan tan anchos, sin apenas pestañear.
Aunque el hilo conductor, el tronco común de su mensaje es su anticatalanismo, llevado a extremos de profunda visceralidad. Odian lo catalán, su historia, su lengua, su cultura, su Weltanschauung (su forma de interpretar la realidad). Rivera lo ha mamado (en el sentido también metafórico del término) de su madre, fiel seguidora de las tertulias de las emisoras de radio españolas, siempre tan rancias, que instruyen al personal y lo alimentan de españolidad. Arrimadas lo lleva incorporado también en sus genes, y lo comparte con su colega en los memes, esos procesadores informativos ubicados en el cerebro que transmiten información cultural y que son tan importantes como los genes.
Arrimadas, es una chica del 17 actualizada. No lleva “zapatos de tafilete, sobrero de gran copete y abrigo de pedigrí”, pero podría llevarlos. Lo que rompe la foto fija –de baile de fin de curso- es cuando abre la boca. Su tono de voz es chirriante, como si estuviera ahogándose y tratara de pedir ayuda. Sus asesores de comunicación e imagen –que seguro los tiene– deberían aconsejarle que limite sus expresiones verbales. Que hable más bajo. Mejor, que no diga nada.
Pero si vamos a los contenidos de su incontinencia verbal, vemos que compite con su colega Rivera en una variada insultología. La hemeroteca está llena de exabruptos, como cuando declaró con su taimada vocecita: “Ni aforamientos, ni indultos a políticos que han dado un golpe de Estado, ni pactos con los nacionalistas”. La señora Arrimadas no tiene en cuenta que un indulto se concede o no a un penado no a un procesado, y que el único golpe de Estado virtual (a probar) fue el del poder judicial al intervenir en un conflicto político que no era de su competencia. La señora Arrimadas describió a los castigados votantes del 1-O como “comandos separatistas”, confundiendo a víctimas con verdugos y utilizando un calificativo sacado de una película de hazañas bélicas. La señora Arrimadas, en ocasiones, pisa terrenos pantanosos y hace discusiones sobre temas que no conoce, como cuando dictamina que la economía catalana está sufriendo a causa del proceso, sin revisar los parámetros que confirman lo contrario, a pesar de sus esfuerzos para convertir la economía catalana en un inmenso solar, como quería su paisano señor Queipo de Llano.
Inés Arrimadas es una chica guay que va de pija, aunque ni en eso es auténtica; no pasa de pija marrón. En su práctica diaria dice cosas que oye por ahí, como que el president de la Generalitat Quim Torra es un supremacista. Como supongo que no tiene tiempo y/o capacidad para analizar los conceptos, desconoce que el supremacismo se refiere únicamente al supremacismo blanco, corriente de ultraderecha vinculada a ideologías racistas. El supremacismo fue del conquistador castellano frente a los indígenas de América, del aristócrata inglés frente a los indios, del colono francés frente a los árabes del norte de África. Y el señor Torra no es de ultraderecha ni es racista. La ignorancia al respecto de la señora Arrimadas es supina. Puedo llegar a aceptar que hacer un Erasmus en Niza no da para mucho.
La señora Arrimadas, que practica como deporte habitual el nomadismo pre-político, hace excursiones con su cuadrilla y va por ahí a trompicones, quitando lazos y armando bronca. En los últimos días ha tenido la desvergüenza de visitar el pueblo del president Puigdemont (Amer), para provocar a su familia, amigos y vecinos. También se ha desplazado a Waterloo con el mismo propósito.Y esto no es hacer política. Esto es maldad (la banalidad del Mal), como tan bien describió Hannah Arendt.
El último y tramposo argumento de Inés Arrimadas es que los independentistas sólo representan a la mitad de los catalanes, hipótesis en primer lugar que sólo un referéndum (ese instrumento democrático que no aceptan los españoles) podría o no ratificar. Pero hay un tema más hondo que parece no comprender: es catalán sólo quien quiere serlo. El origen no es importante, la voluntad de serlo sí.
Estoy harto de decirlo: En Catalunya hay muchos ciudadanos que son catalanes administrativamente (que es un tema procedimental), pero que se sienten ciudadanos españoles, chilenos, pakistaníes o rumanos. También hay muchos otros que se sienten catalanes únicamente y que son sólo españoles administrativamente (lo que interpretan como una situación eventual). El señor Torra y su gobierno administran los recursos públicos escasos que tienen para toda la ciudadanía que vive en Catalunya (esto es gestión), pero tienen la obligación, por mandato democrático, de conducir a la nación hacia la independencia (esto es política). El que no es capaz de distinguir lo uno de lo otro debería dedicarse a menesteres más simples.
En una sociedad mediática como la nuestra, en la que los medios actúan de influenciadores, la señora Arrimadas se siente en su propia salsa, hasta el extremo de que el ABC quiere proclamarla “la española del año”. Señalaba el maestro Chomsky –que por cierto ha firmado una carta a favor de los derechos de Catalunya a la independencia– que entre las estrategias de manipulación destacan el tratamiento del público como a menores de edad y el recurso a explotar las emociones más elementales, con objeto de promover la estupidez, la vulgaridad y la incultura. Y hay que reconocer que los chicos y chicas de Ciudadanos han sacado muy buena nota en este oficio, pues sólo esto puede explicar los votos que obtiene su marca. ¿O es que nos enfrentamos a una nueva pandemia? Ya nos alertaba Joan Fuster con razón: “Quan parla un estúpid, l’aire en queda contaminat”.
La cuestión es: si Catalunya fuera ya independiente y quedara borrada del programa electoral de Ciudadanos, ¿qué más podrían ofrecer a sus militantes y simpatizantes estos aguerridos personajes? No se puede vivir siempre de la misma fuente; explotar la catalanofobia tiene un límite. Este es un activo que está más que amortizado.
El desplazamiento de Inés Arrimadas a Madrid para completar el tándem electoral de su partido (hecho que agradecemos para no tener que escuchar más sus astracanadas en el Parlament) pone las cosas en su sitio. Quizás entonces las vecinas de la plazuela del Tribulete caerán en la cuenta de que todo era un bluff, una gran mentira, y descubrirán por fin…
“De dónde saca pá tanto como destaca” la presumida señora Arrimadas.
*Juan Duran Vila era mi padre, un promotor cultural, escritor y periodista, con obra en catalán y en castellano.
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