La pandemia y lo más áspero de la condición humana. Silvana Melo

marzo 20, 2020

El individualismo a ultranza, la alimentación ultraproteica del gendarme que opera en cada sujeto social, la salvación personal a costa del naufragio del resto, el asomo de lo peor de todos, como asoman las hormigas cuando huelen la lluvia. Con esas maletas llegó el virus, una probable arma bacteriológica que el capitalismo utiliza para la limpieza de frágiles. A los niños los matan de hambre, de venenos, de gatillo fácil y de paco. A los viejos los dejan morir en el primer mundo sin atenderlos: el virus los arrasa y no vale la pena gastar. Es la clase dominante la que tiene la manija de la supervivencia. La que compra a rabiar, la que viaja, trae el virus y no se pone en cuarentena, total el problema es para los demás. El virus desnuda el capitalismo en su peor revés. En el dorso más cruel. En la nuca de un sistema que suele mostrar el rostro de emoji sonriente para conceder eso del capitalismo de rostro humano. Pero cuando se da vuelta está el leviatán. Y están los dueños del mundo colocando y sacando a gusto y placer para que los desgraciados sean más desgraciados y los propietarios del privilegio lo escrituren para siempre.

Capitalismo de desastre, lo llama Naomi Klein. Que es posible porque el basamento humano de ese capitalismo es numeroso. Muy numeroso. Demasiado. Y maneja los medios de producir, de comunicar, de sentir. De amar y de odiar. El resto, consume o resiste.

“El hambre incide cada año en la muerte de 2.400.000 niños menores de 5 años. Pero, no siendo contagiosa, las clases medias y altas mundiales de ningún modo sienten que sus vidas estén amenazadas. Por ende ‘el mundo’ sigue su curso y no toma medidas extraordinarias para impedir semejante número anual de muertes evitables”, dice Marcelo Giraud citado por Darío Aranda.

El hambre no es contagiosa y la pobreza tampoco. Sin embargo, se escapa de ellas como de las peores pestes. Escapan las clases dominantes y los vecinos de los apestados. De vez en cuando aparecen los virus limpiantes. Los troyanos de las orillas más débiles de la humanidad. A veces son los mosquitos. Y las enfermedades viejas que asoman, felices del regreso en una tierra que cultiva para ellas.

Sólo en Misiones hay decenas de miles de infectados de dengue (4.000 oficiales, número al que el propio ministro de Salud provincial le agrega un 0 a partir del notorio subdiagnóstico).

Son 65 los infectados de coronavirus.

Muchos podrán quedarse en su casa. Otros muchos podrán irse a su casa.

Los más de ocho mil que viven en la calle sólo en la ciudad de Buenos Aires, no. Apenas podrán aterrizar con sus huesos en la vereda ocasional. En el hall del banco que pintó esa noche. No hay cuarentena para la infancia que se refugia en Constitución ni para la doña que aguarda que se desocupen las butacas de esperan en Retiro a las dos de la mañana para dormir su sueño de duras penas. Su sueño de madrugada.

En catorce días sin clases muchos chicos de inicial, primaria y secundaria estarán de cuarentena con madres y/o padres que pueden irse a casa. Que tienen casa. Que tienen trabajo. Y posibilidad de hacerlo desde casa. Los chicos tendrán conectividad y posibilidad de cubrir on line la ausencia de presencialidad escolar.

Otros tienen apenas madre, que no sabe cómo hará para salir a trabajar en negro con los pibes en casa. Porque no puede limpiarle on line la casa a la señora, que le paga por día y si no va no cobra. De conectividad no tiene idea porque en casa no hay wi fi ni ella tiene datos en el celular.

Suerte que a las 12 podrán hacer a la cola en la escuela, separados por un metro veinte, distanciados socialmente entre ellos mismos, para llevarse la vianda y comer en casa. Solos y aislados porque las plazas estarán cerradas.

Mientras tanto, más olvidados que nunca, siguen muriendo los niños wichí en la Salta de los confines, allí donde se cierran las fronteras, en la Santa Victoria Este donde se muere de hambre y de sed, donde se desmontó la vida y los bordes de la muerte dibujan huesitos como lluvias ajenas.

Pero ya nadie los conoce más. Nadie los vuelve a ver. Porque los que sí se ven arrasan con las góndolas de los supermercados y compran lo que no les hace falta, lo que no comerán, el alcohol que no usarán, el papel higiénico con el que no se limpiarán.

Sacan su gendarme y denuncian al primero que les estornude cerca.

Y cuando llegan a su casa cierran la puerta con llave, prenden el televisor y se abrazan a sus pertenencias. A su comida y a su papel higiénico.

Y los niños en la Salta bella y ferozmente injusta se seguirán muriendo. No precisamente de coronavirus. Es el capitalismo del desastre que hace su trabajo en exquisita eficiencia. Corta, separa, desecha. Profundiza la brecha. Anancha el dolor. Desnuda lo más áspero de la condición humana. El virus como causa de esta calamidad es una pobre causa, pensaría Ramón Carrillo.

Mientras Cuba produce el interferón beta, un antihéroe que en China y en España ya está poniendo al virus de nalgas al norte.

Y unos cuantos pertinaces insisten en creer que la única salida es colectiva.

De otra manera, no hay cómo sostener esta obstinación en la esperanza.


Obscenidades y privilegios. Silvana Melo

febrero 28, 2020

Asociación Pelota de Trapo
(APe).- Las pirámides tienen bases anchas y populosas. Multitudes anónimas que sostienen a cúspides que aspiran a tocar el cielo. Que lo tocan, lo provocan, negocian con él. Y se le sientan a la par. Dieciséis millones de cuerpos, historias, presentes, vejeces, frustraciones, infancias, rabias, promesas, son pobres en esta tierra. En 850 mil casas (*) se pasea el hambre, como la carroza trasnochada de estos carnavales donde el festejo es tan falso como las máscaras que no terminan de caer.

En la cúspide, tocando el cielo y negociando con todos los dioses están ellos. Cobran entre 280 mil y 700 mil pesos de jubilación. Son los jueces del sistema. Los que sentencian y determinan. Los arbitrarios. Los que tienen la última palabra. Los que se sacuden la solapa y tiran las migas hacia abajo. Los que arrojan la colilla en el piso, giran la punta del pie y la apagan sobre las cabezas de la base de la pirámide. La clase intocable. La protegida por sus empleados, legisladores de la república. La clase por la que se rasgan pantalones y faldas los cruzados de esa república, comparsas desacreditadas que pierden las lentejuelas en el callejón infranqueable donde acecha la verdad.

A ellos, un puñado de la clase privilegiada que decide quién es culpable y condena y siempre la culpa es de la base multitudinaria de la pirámide que jamás podrá escalar, a ellos les quieren rebanar la punta del haber jubilatorio que es diez, quince, veinte veces más que el de la mayor parte de los viejos que cobran 15 mil. Y que se mueren de faltas de servicios sanitarios y alimentarios básicos.

Entonces ellos despliegan todo su poder de resistencia. Son un puñado pero tienen armas de destrucción masiva. Tienen la justicia y el ministerio público en sus manos. Timonean un poder crucial del estado. Amenazan renunciar en masa para no perderse vivir veinte años cobrando 300 mil pesos sin trabajar.

En el norte anónimo y profundo la infancia indocumentada se muere de hambre y de sed. Son niños y nacieron acá.

En los hospitales del conurbano los viejos se mueren de una tos o de un hueso que se quiebra. No comen porque no tienen qué o porque no tienen dientes. Les prometen turnos a un año. Prótesis a dos. Viven meses. Les robaron los juicios y les mintieron reparaciones adjetivadas históricas.

Pero el poder político cómplice se encolumna detrás del puñado que toca el cielo, en defensa del privilegio que paga. Como no paga la infancia indocumentada que muere de hambre y de sed. Por la que a esos mismos no se les movió un pelo.

El día que la base de la pirámide saque fuerza de la tierra misma y la dé vuelta, el día que al cielo tengan acceso esas mayorías de los confines, habrá que ver quién sostendrá en la cúspide a la base ancha y populosa. Para que la Justicia ponga las cosas en su lugar.

(*) Flamantes números del Observatorio de la Deuda Social de la UCA


La gurisada en la Corte. Silvana Melo

febrero 21, 2020

BASTA ES BASTA. LOS AGROTOXICOS MATAN

(APe).- Gran parte de los escaloncitos de esa inaccesible escalinata que es el estado para la infancia, han puesto trabadillas en los pies de los justos. Las niñas y los niños que sobreviven diseminados en el paraíso envenenado de la agroindustria parecen ser los enemigos de la producción y de quienes eligen alinearse con el poder económico. Y es toda una opción: el estado, en su amplitud que abarca la Justicia y el Poder Político, ha decidido pararse en la vereda del agronegocio y desamparar a la gurisada entrerriana víctima de esa voracidad. Ayer el foro ecologista de Paraná y AGMER depositó un recurso de queja sobre la mesa de entradas de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. La cúspide de la escalinata. El estado en su poder pleno de admisión o supresión. De aval o revocatoria.

La Corte Suprema debe asumir un veredicto después del paso por todas las oficinas del estado que fueron serpenteando hasta sentarse siempre en el sillón de los partícipes necesarios de la desgracia de la niñez. Dentro del expediente que hizo ruido sobre el mostrador de la Justicia están todos. La gurisada que respira mal, la que tiene la piel brotada, la que desarrolla neuropatías, la que sufre de leucemias y cánceres y desembarca en el Garrahan y a veces se muere en sus pueblos o vive como se puede en las vecindades de la transgénesis donde llueve veneno que entra por las manos, los pulmones, el agua y el alimento. Y también están las maestras que fueron y van al frente, las fumigadas y enfermadas, las que denunciaron, las que siguen en la resistencia aun con veneno en la sangre.

La lucha del foro ecologista, de los docentes de AGMER, de la Coordinadora por una lucha sin agrotóxicos Basta es Basta ha vivido los altibajos de una disputa que siempre es desigual: los molinos de viento siguen despatarrando al Quijote cada vez que, flaco, debilucho y torrente, se les planta. Pero alguna vez habrá cómo trabarles las aspas. Cómo desactivar esa complicidad férrea entre los brazos político y judicial del estado y el poder económico más concentrado de estos tiempos.

La queja que firma, entre otras, la abogada María Fernández Benetti, reclama la voz de la Corte.

Porque en octubre de 2019 el Supremo Tribunal de Justicia de Entre Ríos falló a favor de las fumigaciones. Esa sentencia “es arbitraria y sin fundamentos porque omite el tratamiento y consideración de la abundante prueba científica aportada por las organizaciones; omite de manera grosera la evidencia presentada por el daño genético que registran nuestros niños y niñas rurales en investigaciones del Conicet; un asunto previamente avalado ya en cinco oportunidades por el Supremo Tribunal, con otra composición de jueces. Esto contradice un principio fundamental del derecho que es la cosa Juzgada”. (Basta es basta)

Ese octubre, el Supremo Tribunal había ratificado el decreto del gobernador que permitía fumigar a metros de las escuelas y rechazado el amparo de las organizaciones. Con un detalle estremecedor: horas antes de resolver, el presidente del tribunal, Emilio Castrillon, se había reunido con los ruralistas. Los niños, mientras tanto, corrían en los recreos de los patios rurales, vecinos y cercados por la eternidad sojera. Respirando el veneno de un modelo de producción que los combate.

Unos 500 millones de litros de agrotóxicos utiliza la agroindustria en los campos de todo el país. El arma letal de un modelo que concentra, contamina y no alimenta.

No es sólo Entre Ríos. Es la tierra entera. Pero es la gurisada la que está plantada en el mostrador de la Corte. Para que se decida a escuchar. Y defina, de una buena vez, con quién camina la justicia. Con el poder económico o con la infancia a la que se le carga el peso del futuro.


La orfandad de las mariposas. Silvana Melo

febrero 7, 2020

Por Silvana Melo

(APe).- Veinte millones de mariposas monarca arrancan todos los años un viaje agotador y llegan a Michoacán para el día de los muertos. Acaso son, como sostiene la leyenda náhuatl, los espíritus de los niños y de los guerreros ancestrales que regresan los noviembres a recordarle al mundo que nada acaba. Nunca. Con ellas volverá, este noviembre, Homero Gómez González, el centinela de los santuarios, el hombre que puso el cuerpo ante los bosques para que las mariposas pudieran seguir volviendo año tras año a pesar de los taladores seriales, a pesar de los cárteles que encontraron la veta en el negocio del aguacate, a pesar de los que avanzan con la topadora para volver a sembrar maíz donde Gómez impuso el bosque. Porque a Homero Gómez lo asesinaron hace una semana y las mariposas están mudas desde ese día. Y en marzo se van.

Ellas recorren 5.000 kilómetros desde Canadá a México para hibernar y reproducirse. Saben que en semejante viaje muchas quedarán en el camino. Y sus compañeras cargarán con su vida y con el espíritu de las que no llegarán. Con la belleza y la elegancia de sus alas negras y naranjas deslumbran a la buena gente y retuercen de rabia a los odiadores. Buscan para poner los huevos un árbol que se llama algodoncillo. Estragado por los pesticidas que utiliza la agroindustria, las mariposas se están quedando sin casas para habitar. Llegan a Michoacán después de meses de viaje, con las articulaciones y los músculos hechos trapos, si es que ellas tienen músculos y articulaciones. Y con las alas ardiendo. Allí las esperaba hasta este enero Homero Gómez, guardián de los santuarios, celador de los bosques que él mismo logró preservar de los taladores ilegales, de los sembradores indiscriminados de maíz, del negocio infernal al que los montes fastidian, obstaculizan, estorban. Y las mariposas, millones de espíritus de todos los tiempos ocupando las ramas como frondosos hostales, trayendo muertos indecentes a este tiempo: guerreras de la libertad, niños del sol, hombres del pan y la luz.

Pero un día de enero Homero desapareció. Las mariposas llevaron la noticia fuera de las fronteras mexicanas. Ambientalistas de todo el mundo, científicos de las Naciones Unidas, gente de la buena de Estados Unidos, todos llamaron a México para pedir que lo buscaran. Recién entonces se organizaron grupos estatales de búsqueda. 16 días después, el 29 de enero, encontraron su cuerpo. Estaba asfixiado, en el agua, con un golpe mortal en la cabeza. Su esposa, Rebeca, no entiende la muerte. “Cómo van a matar a quien nos está dando vida”, repite y repite. Ellos viven –para sostener el presente en el que habla Rebeca- en una zona que antes era boscosa pero que la tala ilegal, el cultivo del aguacate (a la palta le dicen el oro verde de Michoacán) y otros que han ido rasurando de árboles lo que ahora es páramo. Por eso luchaba Homero. Por proteger los santuarios de las mariposas. Y poner el cuerpo para que su casa siguiera estando en pie cada noviembre.

Por eso murió.

Pocos días después apareció el cuerpo de Raúl Hernández Romero, guía del santuario El Rosario. Había desaparecido dos días antes de encontrar a Homero. Dos muertos en un solo enero para la orfandad de las monarcas. Que tendrán dos espíritus más para traerse este noviembre cuando vuelvan de a millones a recordarles a los que matan que nada acaba. Nunca. Y que los muertos, cuando han luchado, regresan mariposa y monarca para dar vuelta el mundo. Y el día en que lo den vuelta, ya se sabe dónde quedarán los postergados de la tierra.

 

 


La leche, mala e inalcanzable. Silvana Melo

marzo 22, 2019
Pelota de Trapo  

La leche atraviesa el imaginario de los pueblos. Descansa en la mitología del alimento imprescindible, el que mama el lactante desde su propia madre, el que propina a los huesos el calcio para que no se quiebren. El que le pone proteínas a la vida. Pero también el que enriquece oligopolios que empaquetan leches que tantas veces no son leches y que, a la hora de una traza de sensibilidad en el universo de la rentabilidad, hace desaparecer su leche barata de las góndolas. En complicidad con el gobierno que deposita en un rincón oscuro de esas góndolas el eufemismo de los precios cuidados. Y no sanciona a la empresa que deja de producir La Armonía de 25,47 pesos para privilegiar la exportación de leche en polvo. Son tiempos de crisis, dicen. Entonces no se puede resignar 15 pesos de ganancia por sachet. Del otro lado, hay millones para quienes peligra la subsistencia sana. Y una multitud de niños que no están comiendo más que una vez por día. El hambre que corta perpendicular a la estructura social disputa en el territorio con la especulación de las empresas dominantes. Una joyita del sistema.

La Armonía es la segunda marca de La Serenísima, el sello universal de Mastellone. La Serenísima ocupa el 80 % de la góndola, asegura el periodista Jairo Stracchia. Un elefante que, como tantos hitos empresariales, atravesó gobiernos y hegemonías. En 2007 Néstor Kirchner le ofreció a Pascual Mastellone (muerto en 2014) rebajar un 5% ciertos productos para armar una canasta económica. En un antecedente de los precios cuidados. Pascual no aceptó y puso sobre el escritorio la crisis de su empresa. Néstor no se quejó. Y dos años después le ofreció ayuda.

Hoy es La Serenísima la que aporta la leche al programa que puso en marcha el kirchnerismo y que si lo sostiene a medias Cambiemos es porque la crisis es aluvional. Para eso puso en góndola La Armonía, su leche barata. Que acaba de desaparecer en estos días de los supermercados. O está racionada a una por persona en los escasísimos lugares donde se mantiene el precio a 25,47.

Explican que hay menos leche en la calle. Que está la crisis. Que es normal en el primer trimestre del año. Que es estacional. Que además, está la crisis. Que circulan 400.000 litros menos de leche. Y que está la crisis. Que es para los empresarios pero no para las familias escasas, tan monoparentales, tan solas, que tienen que pagar entre 40 y 50 pesos el sachet. Porque La Serenísima está en crisis. Los niños también. Y no se ven. No tienen poder de desabastecer. No tienen marca ni jingle. No son oligopólicos los niños. Porque son muchos, frágiles, con hambre, fáciles de enfermarse. No especulan, no juegan con la renta. Se encaprichan con la leche tibia. Y a veces, con aquel líquido blanco indeterminado que, en un golpe de sinceridad, las empresas venden como “alimento lácteo con leche”. Que nadie sabe a ciencia cierta qué es. Pero leche no.

La Serenísima acapara el 80 % de la góndola. En su propia vivencia de la crisis –la que no les permite comer a los niños- prioriza la rentabilidad. Y decide fabricar menos la barata Armonía y exportar un 37% más de leche en polvo. Y fabricar mucho queso, que está carísimo. Una decisión de mercado que el estado dejó hacer, relajado e indolente. Atento a la crisis de los poderosos, ciego a la inmensidad de las crisis de una base piramidal sobre la que caminan los privilegiados.

Dice Stracchia que a las marcas de los supermercados también las fabrica La Serenísima. Coto y Carrefour dejaron de recibirla. Entonces hay que comprar primera marca. O asumir a la leche como un artículo suntuario. En el país de las vacas. En el tiempo en que a esas vacas que antes daban diez litros ahora las apremian a dar 40.

Para Héctor Polino (Consumidores Libres) “el fenómeno es puramente especulativo. La empresa intenta vender la marca La Serenísima, que está más cara”. Sus pares de las asociaciones de consumidores piensan lo mismo. El estado sigue ocupado en delimitar la acción de la justicia y en ajustar la represión de una eventual reacción de aquellos a quienes las empresas ignoran para no alterar un ápice la rentabilidad. Como canta Serrat, “bien me quieres bien te quiero… no me toques el dinero”.

Desde 2015 –acompañando la brutal disparada del dólar- el litro de leche Serenísima saltó de 10,25 a 39,90 pesos. Casi un 290 %. Sin embargo, la inflación en la Ciudad de Buenos Aires no llegó al 170% en el mismo período. Está claro dónde caen fatalmente los beneficios y el privilegio. La base de la pirámide es apenas el piso por donde transita la vida. La verdadera, la de los que pueden. Sin límites.

“La leche dejó de ser un alimento completo para ser sus partes aisladas convertidas en negocio”, dice Soledad Barruti, desde su libro “Mala leche, el supermercado como emboscada”. Porque “el producto llega a la empresa, lo fraccionan en cincuenta partes, lo pasan por millones de procesos y después venden una leche que se parece lo menos posible a la leche que salió de la vaca. Sin embargo, la venden como el alimento más natural e imprescindible”.

La investigadora es tajante: “el reduccionismo alimentario a favor de los lácteos está salvajemente sponsoreado. La leche solamente es un alimento esencial para que exista La Serenísima. Nada más”.

La leche está colocada en un sitial de urgencia y obligatoriedad. Alguna vez se la exceptuó del pago del IVA, consecuentemente con su importancia en las telarañas del imaginario. Sin embargo, la mano dura del sistema la derrama lejos del piberío. Convertida en la rock star de la industria que la fortifica y la reforma hasta convertirla en lo que no es. Y la arrebata de las góndolas donde queda lo inalcanzable.


Enamorándonos: la patria abusada. Silvana Melo

septiembre 28, 2018

Ni el Presidente quedó ante el micrófono en ese desierto de esperanzas. Sólo quedó ella, la imagen del Prestamista Universal, del Usurero Global, pegadita a su empleado de ocasión, el hombre que ayer estaba afuera y hoy es el factótum de la economía argentina. El hombre que se atreve a juntar una v con una n y es Dujovne. Ni el Presidente en los anuncios. Es que el poder, ya sin cáscaras ni telas de cebolla ni trajes de disfraz, se sienta definitivamente en las oficinas donde se administra el dinero del mundo. Donde se disciplina y se flagela por la espalda a los temerarios.

Traumatizada quién sabe hasta qué capítulo de su historia futura, la patria (ese espacio caprichoso y enfronterado que se asignó aleatoriamente a la Argentina) ha sido sometida y vejada por los y las patriarcas del mundo. El terrorismo económico la ató a las parrillas concentracionarias. Unos años después, fue vendida a las relaciones carnales de la trata. Hoy, en los tiempos del me too y del niunamenos, la violación descafeinada se calza una túnica de amor sojuzgante. Si te castiga no te ama, dicen las gigantografías. El hombre aprieta a la mujer en un abrazo que se parece a la muerte. Mientras el Presidente baila tango sobre la cubierta de este Titanic. En realidad, de lo que queda de este catamarán sobre un Riachuelo.

El habla de amor, habla de amarnos los unos a los otros pero los otros aman más fuerte que los unos y Cristine, de quien hay que enamorarse según el mandato stand by, aprieta los huesos de la patria abusada con un abrazo de muerte y castiga y entonces no ama. Será un amor stand by que se pagará con sangre desde 2021 cuando el Presidente que baila ya no esté pero todos se quiebren la espalda del peso que habrá que llevar hasta que el default apague todas las velas y otra vez el abismo.

Mientras tanto ella, apenas un símbolo de un poder internacional que regula el hambre de los pueblos y concentra la riqueza en la mínima cúpula de los que deciden el mundo, asume formalmente la presidencia de la Patria Abusada. Antes cesanteó al presidente del independiente Banco Central y eligió a otro, menos independiente (nada), que obedecerá plenamente sus consignas. Y que dejará la mitad de su patrimonio en los Estados Unidos porque, el presidente del Banco Central, no confía en el futuro de la Patria. Abusada.

El monto total son US$ 57.100 millones. El Presidente Honorífico exhibe una cocarda: es el que más dólares recibió del FMI en la historia. La Patria también: es la que más dólares recibió en el mundo. Más que Grecia.

Todo para que el déficit sea cero. Es decir: para que se gaste lo mismo que ingrese. Salvo cuando haya que pagar la deuda, que es externa y es eterna, y entonces el déficit ya no será cero pero será otro déficit.

Para que se gaste lo mismo que ingrese, hay que recortar lo superfluo. Por ejemplo, grandes retazos de gente que se cae de los confines porque ya no tiene razón de ser en las previsiones sistémicas: niños, viejos, pobrerío duro y, con el grado de exquisitez que pide Cristine (a quien hay que amar), los que están en la cornisa de este abismo. Para que se gaste lo mismo que ingrese, tiene que ingresar de los mismos placares en que se gasta. La retención de cuatro pesos por dólar es una escena pour la gallerie, que se diluirá con el dólar a 44. Aunque por las dudas el destituido Ministerio de Agroindustria filtró la medida para que los superproductores anotaran antes 8,5 millones de toneladas y se salvaran de perder unos 140 millones de dólares.

Desde 2015 se duplicó lo que cada habitante de la Patria Abusada debería pagar por una deuda que abona diaria y compulsivamente por el solo hecho de levantarse y respirar. Son 6.903 dólares por cada cabeza argentina. Este año habrá que pagar, entre todos, 90.000 millones. De dólares.

Entre todos.

Mientras se sacan cuentas ingenuas de cuántas jubilaciones, cuántos hospitales, cuántas escuelas, cuánto entraría en 90.000 millones. De dólares.

Que no son para eso. Porque la patria, vejada, abusada, capituló. Le ordenaron enamorarse y tendrá que ceder. Después de años, de décadas, de morder el polvo.

De tanta claudicación, de tanto amor destinado a los lobos.


Ismael y la inquisición social. Silvana Melo. Asosicación pelota de Trapo

septiembre 7, 2018

Asociación pelota de trap.

.- Feliz día, Ismael. Ahora que dejaste de ser anónimo a partir del día de tu sacrificio. Feliz día del niño, en esa foto donde tu maestra ratifica tu infancia de trece, tu niñez morena y confinada a los fondos de esta vida. Anónima y olvidada. Hasta que te mataron. Y fuiste una foto trucada en manos de la inquisición social, fuiste el chivo expiatorio colgado de los muros de las redes, con el fuego a los pies para que cada uno aportara sus chispas, sus brasas, su llama de odio visceral. Para depositarla en un cuerpo y sentirse más liviano a la hora de la cena.

Feliz día, Ismael. Que habías vivido trece años y hasta estos principios de setiembre, de primavera mentirosa, nunca nadie había sabido de vos. Nadie entendió tu territorio, tu escasez ancestral, tu condena por origen, tu mazmorra en los confines del país, donde nadie llega ni oye ni ve. Salvo que te maten. Entonces inventarán tu historia, la peor. Para justificar la bala que te estalló en el pecho. Del que volaron espantados todos los pájaros de este amanecer.

Feliz día, Ismael. Ahora que todos hablan de vos pero vos no podés defenderte. Porque estás muerto y visible. Y eras vivo y solo y nadie. Y no hubo estado ni sociedad ni buena vida en el camino. Feliz día ahora que todos cuentan la historia de un delincuente que no eras. De un saqueador de supermercados que no eras. ¿Y si lo hubieras sido? ¿Si hubieras sido el pibito de tu barrio al que le robaron la imagen para ponerle tu nombre? ¿Si hubieras puesto el hambre traicionera en la merca y el arma? ¿Si la hubieras puesto en el saqueo para buscar aquello que en algún siglo fue tuyo y te lo saquearon en varios capítulos de tu historia? ¿Y si lo hubieras sido, qué? ¿Eras blanco justificado y perfecto para recibir una bala en el corazón a los trece años?

Feliz día, Ismael.

Feliz día sin sueños ni suspiros ni gritos de gol. El estado te desconoció, te ninguneó y retaceó tu nombre. Hasta que la inquisición social apretó el gatillo. Todos socios para esta muerte, que es la muerte más muerte, la muerte aplaudida de un niño que fue nadie.

Feliz día. Ahora que el sol asoma pero la primavera se posterga, muerta de miedo.


¿La palabra es la amenaza?. Silvana Melo

julio 25, 2018

Fotos: Claudia Rafael

¿Ante qué peligro se escudan las armas del estado en la marcha de pocas cuadras de los trabajadores de prensa? ¿A qué enemigo vigilan desde atrás con unidades y vehículos blindados? ¿A quién le temen el Gobierno de la Ciudad y el Gobierno de la Nación? ¿A quiénes?

¿Qué amenaza son los periodistas despedidos de los medios públicos, de los medios privados, de los medios vaciados?

¿Qué amenaza, como para instalar carros hidrantes donde otros instalan la palabra?

¿Qué amenaza es la palabra como para cesantear tres mil trabajadores con el argumento ya ajado y extemporáneo de la herencia?

¿Tan peligrosa es la prensa silenciada como para desplegar bomberos, unidades antidisturbios, carros hidrantes y 4×4?

¿Tan peligrosa sin machetes ni cascos ni chalecos antibala ni escudos?

¿Tan peligrosa, apenas con la mordaza y la palabra al aire, desnuda, sin armadura ni uniforme ni fierros al costado?

¿Tan peligrosa, apenas con una cámara, congelando imágenes, desabrigando la miseria del poder, libre y no farsa?

¿Tan peligrosa la que es libre y no farsa? ¿Tan peligrosa será por cesanteada?

¿Qué les pasa a esos tipos y tipas, en hilera sinfín de escudos y gesto fiero, mientras pasan los trabajadores de prensa?

¿Qué había que hacer para que se les disparara el represor de la nuca y pusieran el pie adelante y el arma a punto?

¿Son trabajadores esos tipos y tipas?

¿Disfrutan de estar acechando la ruta de los desempleados, los desalojos de los que dormirán en la calle, los baldíos tomados por los que no tienen donde caerse muertos, las marchas de los despedidos?

¿Trabajan de reprimir a las víctimas cuando la Justicia las vuelve a golpear?

¿No es eso lo que les dijo Laura, la madre de Natalia Melmann?

¿Trabajan de ser la amenaza de la gente que sufre?

¿Trabajan de ser mordaza?

¿Son la mano que cumple la orden de cerrar las bocas, de hacer el silencio, de convencer a gases y golpes de que es salud el silencio?

¿Qué silencio?

¿El de este grito?

¿El de la palabra que atraviesa la piel del privilegio y el cuero de los poderes?

¿Eso creen?

¿Eso creen?

Mientras en la calle salta la verdad.


¿La palabra es la amenaza? Sivana Melo

julio 8, 2018

Fotos: Claudia Rafael

 

APT¿Ante qué peligro se escudan las armas del estado en la marcha de pocas cuadras de los trabajadores de prensa? ¿A qué enemigo vigilan desde atrás con unidades y vehículos blindados? ¿A quién le temen el Gobierno de la Ciudad y el Gobierno de la Nación?¿A quiénes?

¿Qué amenaza son los periodistas despedidos de los medios públicos, de los medios privados, de los medios vaciados?

¿Qué amenaza, como para instalar carros hidrantes donde otros instalan la palabra?

¿Qué amenaza es la palabra como para cesantear tres mil trabajadores con el argumento ya ajado y extemporáneo de la herencia?

¿Tan peligrosa es la prensa silenciada como para desplegar bomberos, unidades antidisturbios, carros hidrantes y 4×4?

¿Tan peligrosa sin machetes ni cascos ni chalecos antibala ni escudos?

¿Tan peligrosa, apenas con la mordaza y la palabra al aire, desnuda, sin armadura ni uniforme ni fierros al costado?

¿Tan peligrosa, apenas con una cámara, congelando imágenes, desabrigando la miseria del poder, libre y no farsa?

¿Tan peligrosa la que es libre y no farsa? ¿Tan peligrosa será por cesanteada?

¿Qué les pasa a esos tipos y tipas, en hilera sinfín de escudos y gesto fiero, mientras pasan los trabajadores de prensa?

¿Qué había que hacer para que se les disparara el represor de la nuca y pusieran el pie adelante y el arma a punto?

¿Son trabajadores esos tipos y tipas?

¿Disfrutan de estar acechando la ruta de los desempleados, los desalojos de los que dormirán en la calle, los baldíos tomados por los que no tienen donde caerse muertos, las marchas de los despedidos?

¿Trabajan de reprimir a las víctimas cuando la Justicia las vuelve a golpear?

¿No es eso lo que les dijo Laura, la madre de Natalia Melmann?

¿Trabajan de ser la amenaza de la gente que sufre?

¿Trabajan de ser mordaza?

¿Son la mano que cumple la orden de cerrar las bocas, de hacer el silencio, de convencer a gases y golpes de que es salud el silencio?

¿Qué silencio?

¿El de este grito?

¿El de la palabra que atraviesa la piel del privilegio y el cuero de los poderes?

¿Eso creen?

¿Eso creen?

Mientras en la calle salta la verdad.


La AUH y el software del desprecio. Silvana Melo

abril 15, 2018

El oscurantismo y la extorsión acechan a las pibas y a sus vientres en todas las ochavas del sistema. Las esperan en emboscadas los objetores de conciencias que no se domicilian en sus cuerpos, los chantajistas de la AUH y el canje de la tragedia por dinero, los gobernadores que se calzan los crucifijos en la mano de gobernar, los que quieren manipular datos, identidad, y genética para que no se embaracen, las legisladoras que quieren fetos de 20 semanas en incubadoras para dar en adopción.

Las instituciones manipulan los cuerpos de las chicas y las vidas de sus niños. De los que nacen y de los que no. Las instituciones y sus inquisidores son propietarios de las pibas desérticas, que no tienen más que sus nombres y sus piernas para abrirse camino. Nada más. Las escrituran y las manejan con timones de moralina y softwares de predicción genética. Las manipulan y las condenan después. Cuando las violan y dicen que no fue violación pero más o menos. Cuando se embarazan y dicen que fue para cobrar la AUH. Cuando las violen y las embaracen y dirán que fue para cobrar la AUH más cara. Que pensaron perversamente para evitar que las niñas violadas aborten aquello que no es el fruto de la diosencia de mujer creadora de vida sino de la vida violentada. Que es la muerte. Y ya no se es diosa sino una palomita estragada en la inmensidad de este mundo.

Un subsidio hasta los 18 años del niño que no es niño en el cenit de la tragedia sino una semilla de esa tragedia. Y una AUH más abultada para que no aborte.

El proyecto tiene 108 firmas. Entre ellas, la de Julián Dindart. Viejo gendarme de los vientres de las pibas. Dindart, que en 2012 era ministro de Salud de Corrientes. Donde aparecían en racimos chiquitas embarazadas a los 10 o a los 11. Con semillas en la panza frutos de violaciones. Pero para él, para Dindart, las niñas especulaban con la asignación. El mismo Dindart que reiteró su teoría en 2016 ya como diputado de Cambiemos (por el ala radical) y presidente de la Comisión de Familia, Mujer, Niñez y Adolescencia. De la que se tuvo que ir.

La doctrina Dindart regresa como en un círculo fatal en 2018 bajo el nombre de una ignota diputada de la Coalición Cívica de Santa Fe. Esta vez la letra del desprecio que pretende ser ley sugiere que las pibas, violentadas y profanadas, son capaces de cambiar por dinero la necesidad de borrar de su cuerpo toda huella del estrago. Como antes eran capaces de crear una vida por 1.500 pesos mensuales. Tan especuladoras e indolentes son las chicas que no tienen más que su propia vida para abrirse camino. Tan inconmovibles son que reducen su divinidad a variables de mercado.

Por eso a Juan Manuel Urtubey, el bello gobernador de Salta en estética pareja con Isabel Macedo, le preocupa tanto la Educación Sexual Integral. Y la boicotea en cada rincón de su provincia, siempre en punta en violencia de género y despotismo sexual. Dolida, la provincia, porque la Corte falló en contra de la educación religiosa en las escuelas públicas.

La doctrina Urtubey, medieval, racista y prejuiciosa, ahora despliega el software del desdén de clase. “Con la tecnología vos podés prever cinco o seis años antes, con nombre, apellido y domicilio, cuál es la niña, futura adolescente, que está en un 86 por ciento predestinada a tener un embarazo adolescente”. Lo dijo públicamente. Urtubey.

Es la condena tecnológica para las chicas que no tienen otra cosa que su propio cuerpo para defenderse de la emboscada permanente de las fieras institucionales. Ellos saben quién será presa de un destino prescripto. Saben su nombre y su domicilio. Saben en qué ficha está, en qué perchero cuelga, en qué caja es expediente, en qué casa no tiene baño y en qué documento es apenas un número. Saben qué vertedero será su fatal disposición social.

Mientras tanto, el oscurantismo y la extorsión acechan a las pibas y a sus vientres en todas las ochavas del sistema. Las señalan, las condenan, las humillan. Les proponen sacarles el feto al quinto mes para depositarlo en la incubadora y forzar “una adopción pre natal”. Las quieren obligar a que la semilla se transforme en niño y corran peligro ella y él. A determinar una prematurez forzada y una fragilidad que no estaba en los planes.

Es la letra del desprecio, el software del desdén de clase, la hipocresía institucional ante las pibas que no tienen más que su nombre y sus piernas para hacerse camino en esta selva.

Y es la emboscada feroz de los defensores de la vida que marcan el rumbo de millones de niños hacia el hambre, el veneno y las balas estatales. Sin aturdir confesionarios ni azotarse las espaldas.

 

 


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