Diego El Cigala: «Bebo No quería lloraderas, sino que se le recordase bailando»

El cantante Diego El Cigala ha señalado, en entrevista , que Valdés le pidió personalmente que «no quería lloraderas» cuando falleciera, sino que «quería que se le recordara bailando». «Este deseo es muy duro de tragar, pero, es lo que le gustaba al maestro», expresó.

«Se ha ido con un público absoluto que le quiere y que le ama y, sobre todo, se ha ido con la calidad de genio que le caracterizaba». Así lo recordaba anoche Diego El Cigala.

«De Bebo me quedo con todo porque sobrepasaba fronteras, era humilde, muy de pueblo, muy campechano, bromista, y caballero», cuenta El Cigala, para quien Bebo Valdes «tenía una caballerosidad increíble» además de poseer «una elegancia» y un «genio nato» como músico.

Eduardo García escribe en La Nueva Ebebo diegospaña: Tenía 94 años y el alzhéimer , de forma implacable, le había apartado del gran amor de su vida, el piano. Bebo Valdés, uno de los más grandes de la música popular del siglo XX, murió ayer en Suecia, donde había sido acogido por algunos de sus nietos, hijos de su hijo, otro grande de la música, Chucho Valdés.

Fue un escenario coyuntural, porque los últimos años de Bebo Valdés se los había pasado al sol de la localidad malagueña de Benalmádena; pero Suecia no era para él un destino desconocido, ni mucho menos, porque Estocolmo le sirvió en los años sesenta de lugar de retiro y para comenzar una nueva etapa de su vida. Para matar el gusanillo -y también para mantenerse- Bebo Valdés tocaba el piano en el salón de un conocido hotel de la capital. Un lujo inmenso para la clientela.

Para el recuerdo más cercano, un título que es todo poesía, su disco «Lágrimas negras» junto a Diego «El Cigala», una colección de boleros interpretados desde el sentimiento de las dos orillas. «Se nos fue el más grande. Duelo para la música», escribía ayer El Cigala en su cuenta de Twitter cuando se confirmó una muerte hace semanas esperada.

«Lágrimas negras» (tres discos de platino en España y un «Grammy») reflotó a Bebo Valdés tras un largo período, si no olvidado, sí apartado de la primera línea. Ése, su último gran éxito de ventas, fue el colofón a setenta años de actividad musical, interpretando, grabando, componiendo y arreglando canciones. Tocó con los más grandes, como Nat King Cole, Celia Cruz, Benny Moré, Guillermo Barreto y Lucho Gatica.

Bebo Valdés era Ramón Emilio Valdés Amaro, un cubano del pueblo de Quivicán, localidad que vio nacer la primera banda del músico. De la música tradicional cubana mamó esencias, y a esa música cubana le dio aires de modernidad, no siempre entendidas al principio, como ocurre con todas las iniciativas revolucionarias. El jazz afrocubano no se entiende sin Bebo Valdés, padre de la batanga, ritmo y patente propios.

Valdés era un músico polivalente, capaz de tocar todos los palos con su piano. En una reciente entrevista recordaba su primer instrumento, una ruina que costó a su madre, Caridad, tres pesos que la mujer había ganado en la lotería cubana. Fue una ganga, pero sólo en apariencia, porque aquel piano estaba tan afectado por la carcoma que se derrumbó literalmente a los cuatro días.

«Mi vida es el piano, así que cuando me vaya, que sea tocando», pedía Bebo Valdés. Casi lo logró. Superó una trombosis y tenía controlada una artrosis creciente, pero nunca se alejó de la música hasta la reciente llegada del alzhéimer, que pudo con un hombretón de 185 centímetros y manos amplias de descargador en los muelles.

Su carrera fue meteórica. Con treinta años ingresó en la orquesta del cabaret más famoso de Cuba, el Tropicana, por entonces liderada por Armando Romeu. Antes ya había pulido muchas teclas y compuesto muchos temas. El Tropicana no daba respiro a los músicos, porque allí el repertorio no conocía límites, y lo mismo tocaba un bolero que un pasaje de zarzuela. Allí cantaba una «vedette» para la historia, Rita Montaner. Dicen que la voz de aquella mulata se acostumbró al piano de Valdés para completar una simbiosis perfecta.

«Se ha ido con un público absoluto que le quiere y que le ama y, sobre todo, se ha ido con la calidad de genio que le caracterizaba». Así lo recordaba anoche Diego «El Cigala». El cantante señalaba que Valdés le dijo personalmente que «no quería lloraderas» cuando falleciera, sino que «quería que se le recordara bailando». «Este deseo es muy duro de tragar, pero es lo que le gustaba al maestro», expresó.

«De Bebo me quedo con todo, porque sobrepasaba fronteras, era humilde, muy de pueblo, muy campechano, bromista y caballero», cuenta El Cigala, para quien Bebo Valdés «tenía una caballerosidad increíble», además de poseer «una elegancia» y un «genio nato» como músico.

Con el cineasta Fernando Trueba tuvo Bebo Valdés otro de sus más fructíferos nexos españoles. Trueba le invitó a participar en su película «Calle 54», y es Trueba quien está detrás del disco «El arte del sabor», que logró un «Grammy» en 2001, y del documental «El milagro de Candeal» con Carlinhos Brown. Con su hijo grabó «Bebo y Chucho Valdés. Juntos para siempre».

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